Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

Intención de voto

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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SE CONOCE cierto estado de ánimo del ciudadano en estado electoral por intención de voto, cuando el ciudadano de referencia, efectivamente tiene intención de votar. Cuando el ciudadano además de no tener intención de votar, se acoge a su derecho constitucional y reprime el voto de la esposa, del niño del guitarrón y de la niña, entonces lo que ejerce, también en el correcto uso de su derecho constitucional no es el voto sino el veto. En la España felizmente democrática y abierta se ejerce tanto de lo uno como de lo otro. Por eso nuestras consultas políticas suelen estar mediatizadas por la real gana y por la influencia de los superiores, que suelen ser casi siempre, aquellos de los cuales dependemos para pagar al panadero. Solamente en casos de agresividad electoral aparece el personaje singular, que, ante la presión del amo para que vote a las listas de los listos, contesta, en un alarde de dignidad: «No cuente con mi voto, señor conde, porque en mis hambres mando yo». Y el elector, digno y seguro con sus hambres efectivamente se queda, en tanto que el solicitante consigue triunfar en toda regla. Votar, nos repiten desde hace ya unos meses, es un derecho ciudadano, sí, pero también o sobre todo una condición civil, de cuyos resultados dependen muchas cosas, entre otras la de encontrar un puesto de trabajo de cierta permanencia. Los inmigrantes también tienen derecho a emitir su opinión, si consiguen papeles, de lo contrario se quedan sin bautismo. Es esta de las elecciones, que se anuncian y se temen para el próximo ejercicio, una de las peleas más duraderas pues que los combatientes no abandonan las armas ni después de muertos. Y durante su ejercicio el perteneciente a la clásica famélica legión se dedica al deporte y costumbre ferial de vender su voto. Todos, unos más que otros, vendemos nuestro voto: Unos, por un plato de lentejas, otros, por el cargo prometido y los más porque temen que les impongan multa por no votar, como sucede por fumar, en contra de todo principio moral, cultural y religioso. Y ante tamaña epopeya, los pueblos se dividen en componentes de la derecha civilizada o en impresionantes mantenedores de la izquierda histórica. Los unos y los otros dedican sus esfuerzos, sus sacrificios, sus conocimientos en imponer sus ideas -si es que tienen alguna- al prójimo como a uno mismo y a sus familiares y amigos. Para los efectos del futuro de la patria y del futuro de las generaciones, están los Estados Unidos, que tienen los barcos, los tanques, los dineros y los negros. En mi pueblo, al que quiero tanto, ya han comenzado a funcionar los representantes del producto. Y se mencionan, cada uno según el color del cristal con que le mira cada cualo, al señor Rajoy, otros al señor Zapatero y el resto a lo que salga. Como personajes con más futuro se citan al señor Gallardón y a la señora o señorita Aguirre, doña Esperanza. Y en mi pueblo, ya digo, se menciona, como no podría ser de otra manera a don Mario, que tiene nombre de romano y a don Francisco, conocido también por el seudónimo de don Paco. En estas encomendamos nuestros espíritus y a ellos apelamos. Y en este estado de partenamiento político, estamos con nuestra intención de voto sobre las espaldas. ¡Qué Dios reparta suerte!

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