Diario de León

LITURGIA DOMINICAL

Una curación provocadora

Publicado por
JOSÉ ROMÁN FLECHA ANDRÉS
León

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POR cuarto domingo consecutivo, el evangelio nos presenta una escena de curación. El texto de San Marcos parece pensado para revelarnos a Jesús como Maestro y como Terapeuta. Enseña la verdad y nos trae la salud, es decir la salvación integral. Primero fue un hombre con algún tipo de epilepsia. Luego se nos habló de la fiebre que padecía la suegra de Pedro. Más tarde, apareció un leproso. Y hoy la escena está ocupada por un paralítico que unos camilleros logran acercar hasta Jesús. En los cuatro casos, la actuación de Jesús es salvadora para unos y provocadora para otros. Ofrece armonía a los que la enfermedad había desestabilizado. Pero viene a desestabilizar a los que encontraban en la Ley su seguridad. En el primer caso, es una curación en el día del sábado. En el segundo, Jesús se atreve a tocar a una mujer enferma. En el tercero, hace lo mismo con un leproso. Y finalmente la curación del paralítico va acompañada por el perdón de sus pecados. Todo resulta intolerable para los que se aferran a su propio concepto de la salvación. El silencio y la palabra En el relato de la curación del paralítico aparecen tres grupos de personas. Unos hablan, otros rumian en silencio sus prejuicios y otros actúan callada y eficazmente. En primer lugar están las gentes que escuchan la Palabra de Jesús. Son los mismos que a la vista del prodigio se asombran y dan gloria a Dios. Con esos tres rasgos se describe, pues, a los creyentes. Además ahí están los letrados que lo contemplan con desdén. Con razón pueden preguntarse: «¿Quién puede perdonar pecados fuera de Dios?» (Mc 2,7). Lo malo es que no adivinan la respuesta. Y finalmente aparecen los camilleros que traen al paralítico. Con imaginación y decisión logran superar el bloqueo de la multitud e introducirlo hasta la presencia de Jesús. Y, por supuesto, el centro es ocupado por los dos protagonistas: Jesús y el paralítico. Jesús es el reflejo del poder de Dios. El enfermo es el símbolo de la necesidad, de la dependencia. Ahí se encuentran el silencio del desvalido y la Palabra que salva. El cinismo y el perdón Entre todos los gestos provocadores de Jesús, el más escandaloso es, sin duda, el de perdonar los pecados. ¿ «Hijo, tus pecados quedan perdonados». Esa sentencia de Jesús confunde ese cinismo con el que muchos de nosotros manifestamos nuestra falsa inocencia. Arropados por esa desfachatez difícilmente nos abrimos al que puede renovar nuestra vida. ¿ «Hijo, tus pecados quedan perdonados». Esa absolución de Jesús supera las pobres seguridades que nos ofrecen nuestras obras y el frágil apoyo que nos prestan los expertos en frustraciones humanas. Ni las unas ni los otros nos reconcilian con la verdad. ¿ «Hijo, tus pecados quedan perdonados». En el mundo hay violencia y blasfemia, asesinatos y traiciones. Son muchos los que tratan de explicar estos males. Dicen que pueden curarnos pero no pueden perdonarnos. Sólo el perdón nos sana y nos libera. - Señor Jesús, tú miras con serenidad y compasión al ser humano. Que tu perdón nos purifique y restaure. Amén.

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