Diario de León

Creado:

Actualizado:

UN PREMIO está empezando a hacer falta como el que establecieron en Viena los cachondos discípulos y nietos de pluma de un gran tipo de ingenios y luces al que conocí retratado en letra en su libro más rotundo, «Contra periodistas y otros contras», que me gustó porque a mí y a tí, creo, lo de la contra nos tienta y nos sienta. Karl Krauss es. Cien años después de sus provocadores artículos en la prensa austríaca, su prole espiritual convoca anualmente un premio literario que debería declararse de utilidad pública y cundir como ejemplo. Institúyase urgentemente. La única condición que ha de aceptar el ganador es que jamás volverá a escribir una sola línea, pero jamás. Adiós, muy buenas. Uno menos en el circo de las vanidades y las confusiones. A desactivarlo. A colgar la pluma y la escasa vergüenza. Genial la inicitiva, ciertamente, pues por lo mismo que hablamos para que sobre y aquí radica el delito imperdonable de los que somos lenguaraces, muchas veces se escribe para nada o para lo contrario que se pretendía. ¿Cuántos títulos son pensamiento fósil, inútil, silencio de estantería, el secreto mejor guardado?... De los treinta mil libros que se editan cada día en este planeta -¡treinta mil al día!- una inmensa mayoría el único mérito que exhiben es haber obligado a talar un bosquete o un montón de árboles para convertirlos en papel. Por eso digo siempre que un árbol vivo y librado de la motosierra tiene en su corteza y en su albura más novela y más ensayo que tres estantes de literatura garbancera. El árbol, al menos, cuenta cosas... y te cobija. Cabe también aplicar a los que editan pamplinas y puñetas una obligación reparadora de su vanidad, la de, una vez impreso el delito, pasar dos semanas de prestación gratuíta por esos montes con una brigada de repoblación forestal, porque de ley es que quien roba al bosque restituya y repare la fechoría. El hombre feliz no tenía camisa. No es probable que se torne loco el analfabeto; tonto, quizá, pero como nadie escribe para él, ha de leer lo que la vida le dibuja al lado y sacar sus propias conclusiones. Ese tipo sí tiene ideología propia; la tuya y la mía la hemos copiado de lo que leímos, no es nuestra. Aunque hay otro tipo de analfabetos de mucho mayor peligro: los lectores de un solo libro. Los de coranes, biblias o manifiestos, los peores.

tracking