Cerrar

CRÉMER CONTRA CRÉMER

La España del carnaval

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

Creado:

Actualizado:

ASÍ COMO CADA PUEBLO tiene su estilo para matar sus malas pulgas, para la celebración de las llamadas fiestas de sus Carnavalerías también maneja su singular manera de divertirse. En motivo de diversión a lo canalla, derivaron unas festividades específicamente dedicadas a los dioses del Olimpo, en Grecia preferentemente y en Roma, quizá estas últimas como expresión de la propia naturaleza del italiano, fácil para la ultrapelia y para el disfraz coral. Tomaron sus nombres precisamente de sus altísimos patrocinadores, como Bacanales, si del que se trataba era del dios Baco; Saturnales, si el divino personaje al cual se destinaban era el dios Saturno y Lupercales, que por cierto era titulatura que parecía referirse a la libre expresión de las féminas más divertidas y alocadas del a República. En España, las fiestas del Carnaval, tenían un fondo o principio religioso, ya que venían a ser algo así como la expresión de un tiempo de pecado. Y quizá lo que caló más profundamente en el espíritu del pueblo, fue lo que la demostración del carnaval tenía de protesta y burlería del pueblo, contra una clase social sobresaliente y despavoridamente lujuriosa. El pueblo, que durante todo el año había vivido sometido a leyes que en resumidas cuentas servían en puridad para el dominio de la clase dominante sobre un pueblo sumido en la perversidad y en la esclavitud, sin que se le fueran reconocidos derechos individuales ni por supuesto colectivos, para la expresión de su malestar y exposición pública de su protesta, así que era llegada la fecha se le concedía al sometido un punto de libertad, que este aprovechaba para ridiculizar a sus opresores. El pueblo no se divertía con el Carnaval y le tenía sin cuidado el enojo de Baco, de Saturno y del dios Pan, para solazarse enmascarándose y convirtiendo la Ciudad en escenario con la proposición de la sociedad enmascarada que de manera tan inocente y sensible expresaba su rebeldía. Fueron los nobles, los prefectos sociales, los que, para torcer el curso de la protesta convirtieron la carnavalada en una fiesta de despilfarro, encanallada, pervertida y disparatada, hasta borrar de sus manifestaciones todo signo de protesta social. Y como consecuencia de esta tramposa descalificación de la conmemoración, se consiguió convertir lo que era en puridad una demostración de resistencia social en un festejo lujurioso, pintoresco, amable y vistoso apto para la diversión de aquellos que estaban en condiciones de poder divertirse sin tener que arrepentirse. La réplica a este manejo corrió a cargo de los escritores y de los pintores que se esforzaron en poner patas arriba el festival. Pero ya era tarde para la enmienda y así persistió hasta nuestros días, ya convertido el festejo popular en una de las demostraciones más cursis de la raza humana. Nos consolamos disfrazando a los niños, que no aciertan con el motivo de aquella fantasía de sedas y colores, en pequeños payasos y a los mayores en responsables de esta malformación social, en adictos, claro es que permitiendo que el pueblo se conforme con repetir sus coplerías: «Todo el año es carnaval», triste carnaval para los que tienen hambre y sed de justicia.

Cargando contenidos...