Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

Una de curas

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VICTORIANO CRÉMER
León

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Y USTEDE PERDONE la manera de señalar, padre, pero como resulta que el protagonista de la presente historia es un cura párroco de pueblo, pues parece que reconforta bastante saber que nada es prohibido en la Viña del Señor, mucho menos, aquellos actos, sucesos o conflictos en los cuales pudieran cruzarse opiniones que pudieran dar lugar a análisis espúreos. Es el caso que en Quilós, que es un pueblo encantador de la provincia de Cacabelos, en la soberanía berciana, dio en morir un vecino por todos (pero también los vecinos que son queridos suelen perecer) y, tal como es costumbre entre católicos, apostólicos y bercianos, la triste familia del difunto, pensó que era lo justo y necesario dar sepultura al muerto y solicitar del párroco encargado de los oficios del pueblecito de Quilós, los obligados oficios a fin de que el difunto pudiera encontrar en el camino que se obligaba a emprender el consuelo de la oración, en forma de misas por el eterno descanso de alma. Y acudieron, o mejor decir encargaron a la funeraria que una vez arreglados los trámites legales, procedieran a llevar el cadáver, dentro de su caja, a la iglesia. Y el pueblo, con el alma en un puño, que se dice, acudió al funeral y esperó pacientemente a que el cura, que tenía que llegar de Ponferrada, cuando menos (porque en Quilós, como en el cáncer, no hay cura) llegara y procediera a los correspondientes oficios. Pero, como se suele decir por tierras de mucho saber y sentimiento, los funerales son como son, pero también por lo que valen. Y como la familia del difunto, le debía al cura de Quilós, dinero por compromisos atrasados, al acercarse a la sacristía para cerrar el trato, el cura recordó a la familia dolorida y reconvino a la misma familia, la deuda por la que venían manteniendo pleito. Y como a la dicha familia dolorida le pareció que el recordatorio de la deuda le parecía además de improcedente, una señal inequívoca de egoísmo sacro, abandonó la iglesia, cogió su muerto, y se le llevó a enterrar sin exequias ni nada. Y, como suele acontecer en casos parecidos, el pueblo fiel se enfadó con el cura, por habernos recordado el cumplimiento de la deuda de un compromiso o costumbre de adelantar el importe de las mismas establecidas por cada muerto, dando lugar al enterramiento de un muerto sin la parafernalia obligada por la fe, la esperanza y la caridad. Y el cura, así que consideró el escándalo que se producía y sus consecuencias ante Dios y ante los hombres, explicó que él hubiera dicho las oraciones que le hubieran correspondido al muerto, pero que los familiares no se avinieron a razones y desaparecieron. Y no faltó el vecino complicado que agarró la ocasión pro el rabo para recordar en voz alta aquello de: «y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores». Y que en paz descanse Agustín Canedo, ex vecino de Quilós, de la nacionalidad de Cacabelos. Amén.

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