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Publicado por
CÉSAR GAVELA
León

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EL ESTATUTO CATALÁN, ese texto pretencioso y abrumador, dibuja en uno de sus infinitos artículos un nuevo mapa interior para Cataluña. Un mapa en el que las cuatro provincias del Principado dejarán, de facto, de existir. Sólo serán circunscripciones electorales para el Congreso y el Senado. Y en lugar de las provincias habrá nueve veguerías. Nueve provincias nuevas. Catalanísimas. ¿Y por qué? Tal vez porque los países pequeños siempre tuvieron gran afición a parecer grandes distribuyendo su territorio en muchas circunscripciones. Las repúblicas de Centro América son modélicas en esa práctica. Hay estados como castañas que tienen más provincias que la Argentina. El mismo Uruguay, cuya población total apenas alcanza la de un tercio de la ciudad de Buenos Aires, está dividido en más de treinta prefecturas patrióticas. Y ahora pienso yo en Castilla y León. ¿Cuántas veguerías tendría tan deslavazada y gigantesca comunidad si el invento catalán alcanzara a nuestro estatuto de autonomía? El tema, sí, parece muy ajeno, mas, abierto el frente desde Cataluña, ¿qué impediría que cada comunidad se organizara internamente como le pareciera bien? Por ejemplo, La Rioja podría tener varias provincias para parecer algo mayor: Rioja Alta, Rioja Baja, Tierra de Cameros y así. Navarra, Cantabria y Murcia, uniprovinciales ellas, también se lanzarían a parecer más grandes; Madrid, no creo, por razones diversas. Y en Asturias, por ejemplo, podría haber cuatro veguerías. Una para Gijón, otra para Oviedo, una al oeste con capital en Luarca; y otra hacia el este con sede en Villaviciosa, villa originaria de doña Leticia por la parte materna. Pero me estoy yendo de donde debo. De Castilla y León. ¿Cuántas veguerías podría tener nuestro imperio del Duero? Yo creo que en la comunidad están bien resueltas las provincias serranas: Ávila, Segovia y Soria. También Palencia. Pero ya en Zamora entran las dudas. Porque tal vez sería posible una veguería con sede en Benavente, que abarcaría todo el curso del Tera y también, ¡ay! el sur de León aunque sin llegar a Coyanza ni a La Bañeza. En Valladolid no veo facilidad para las veguerías dada la macrocefalia de su capital. Pero sí en Burgos, donde Miranda de Ebro buscaría su capitalidad territorial amparada en el aroma vasco-norteño que por allí se otea. Podría ser la capital del Burgos del Ebro. Y Aranda de Duero, con suerte, también podría sacar adelante su veguería comiéndole terreno al oeste soriano y al este vallisoletano. En cuanto a Salamanca, es posible que Ciudad Rodrigo, alegando razones eclesiásticas y de puro aislamiento, pudiera levantar una humilde veguería en el occidente provincial. Y Béjar, al quite. Mas, la mayor emoción, sin duda, estaría en el Bierzo. En Ponferrada, que es la ciudad más grande de Castilla y León que no es capital de provincia. Y mayor que una de ellas -Soria- y un pelín más grande que Segovia y Ávila. Ponferrada sería la capital de la veguería del Bierzo. No sé cómo no han caído en este detalle los bercianistas. Ahora es posible, muchachos, tomad nota de Cataluña, estad al tanto. Si ellos van a modificar las fronteras administrativas de aquella comunidad, ¿por qué no nosotros? Y, además, las veguerías, o como se llamara finalmente en nuestra autonomía ese invento, serían las circunscripciones para los comicios regionales. Algo muy importante, sin duda. Un nuevo horizonte surge para el bercianismo, maltrecho pero vivo. Y para los sentimientos bercianistas de quienes votan a los partidos mayoritarios: El Bierzo, veguería, por algo se empieza. Y, a partir de ahí, sueño arriba, ya se podría pensar luego con la comunidad autónoma propia, y hasta con el estado libre asociado, ya puestos a pedir.