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REBURDIA la cosa etarra y se dice que eso es por estar escribiéndose las postrimerías de la banda con tipografía de cañón, esto es, con el clorato, el carbón y el azufre con que de guajes hacíamos pólvora para meterla en un bote, enterrarlo con mecha y ensayar un catapún que acojonaba al vecindario, alertaba a los guris y nos daba alas a los pies. En las últimas semanas se suceden los petardos de amonestación y el bombazo bestia de chulería. «Estamos -o sea, etamos- aquí», quiere decir eso: arriba las manos que no tengan bolígrafo para firmar la capitulación; a negociar y a rendirse... Sí, pero ¿quién?... ¿Se trata con esta secuencia de explosiones de bordar la traca final que remata toda quema de fuegos de artificio? ¿Allá va la ultimita?... Zapatero consigue tranquilizar, y de qué modo, a quienes le preguntan o interpelan en privado sobre la situación en que se encuentra el desarme del terrorismo vasco, la paz soñada. ¿Qué les dirá?... Su información persuade a los reticentes, incluso al mismísimo Rajoy, que sabe de primera mano el estado de la cuestión, aunque después haya de obligarse a salir desgargantado y con postura de demagogia demoscópica clamando por la restauración de un pacto antiterrorista que no le deje sin la tajada pertinente de mérito y voto que se llevaría en solitario el gobierno socialista (con el pepé de plantón atravesado) si se declara la tregua, el armisticio definitivo o le quitan temporalmente el percutor al pistolón que anima y arma el oleaje batasuno. Juega peligrosamente la marea etarra con estragar y no sangrar, atentados limpios de tripas y llenos de cascotes. Un asesinato descabezaría sine die el proceso de paz y espantaría la interlocución gubernativa que en estos mismos momentos está sentada con la otra parte perfilando la hoja de ruta (hoja-hija de puta-ruta, la llama alguna víctima). Por de pronto, me han hecho perder dos cenas estos reclacitrantes. La primera, por asegurar que la tregua se haría en enero, después de Navidad. Como marré, me la aposté de nuevo a que sería sin duda en febrero; y como este mes es igual de corto que los negociantes, el chasco me está empezando a costar caro. Así que, desde mi humilde cabreo, solicito de la autoridad pertinente (y de la impertinente) que procedan o me arruinan.

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