Diario de León

CORNADA DE LOBO

Lainteletualidá

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LLEVO atravesada la palabra intelectual y no sólo porque cuando alguien te la aplica, más que por halagarte es por meterte insulto o rechufla. Si firmas un manifesto o un algo, inmediatamente te titulan «un grupo de intelectuales» tal y tal. A mí ni me gusta ni me cuadra el término porque es más que obvio que no soy un intelectual, pues por tal entiendo a alguien aplicado a ordeñar exahustivamente el pensamiento y los saberes por ver de adosarlos con provecho a la conducta humana o a la realidad de la vida. En realidad, por intelectual-intelectual sólo reconozco al filósofo, o dicho en acera, al pensador. Ya tuve algún incidente y hasta rotura de amistades por descalificar una movida y unos titulares en los que se aseguraba que «200 intelectuales y 7.000 firmas más» estaban contra un tendido eléctrico. Primero, diferenciar a los listos de la plebe ya es arrogancia y distingo insultante en una acción ciudadana (eso de ser iguales ante la ley o ante un titular es cochina mentira). Segundo, doscientos, nada menos, me parecen demasiados intelectuales para una tierra de bastante ramplonería mental, pensamiento vago y con demasiados pesebres en hilera como pensar que esto no es granja de zampar o rebaño de dormirse. Y tercero, según lo cuadra el diccionario, la definición de intelectual -y quiero ser yo en solitario quien se ponga en este caso; y allá el resto- no se ajusta ni a hechos ni a intenciones. Dice el tocho: Intelectual, perteneciente o relativo al entendimiento (y juro ante santa Gadea que mis luces son limitadas y que cada vez entiendo menos, no es pose, de verdad, no entiendo ná de casi ná), espiritual o incorporal (no caben en mi barro y mi pegada al suelo ninguna de la dos significaciones) y dedicado preferentemente al cultivo de las ciencias y las letras (el saber regulado, lo empírico y las técnicas me desbordan; y esta claro que, más que cultivar las letras, las torturo y las saco del surco). De manera que, por razones citadas, por pudor y prudencia, me apeo del término intelectual y ruego a quien proceda haga lo mismo cuando me vea en barullos de este tipo, estrados o manifiestos, máxime si me distinguen con el palabro del resto de los peatones, a quienes por trabajar con el intelecto -como todo el mundo- también les cabe que les digan intelectuales.

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