Diario de León
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LUIS ARTIGUE
León

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«NUNCA LE DES LA MANO a un pistolero zurdo» se titula una curiosa novela de Benjamín Prado. Y sin embargo ahora ese título no resume bien -acaso al contrario- lo que insólitamente está pasando con el Taller Leonés de Restauración y Conservación de Vidrieras, dirigido por el reputado artista especializado en vidrieras medievales Luis García Zurdo, y comandado con exquisita profesionalidad por su mujer. «Nunca le des la mano a un constructor cuando hay posibilidades de dinero fresco de por medio» debería mas bien titularse esta columna, esta novela, este suma y sigue en el cúmulo de atentados culturales que nos estamos acostumbrando a ver por aquí, por desgracia. Y es que al Cabildo se le ha ocurrido sacar a concurso, ahora que se avecina una inyección de dinero público, la restauración y conservación de las vidrieras de la Catedral de León taponando con dicho concurso estrictamente economicista el paso al taller dirigido por Zurdo, y dejándolo todo en manos de constructoras como si de un aparcamiento en la Plaza de la Inmaculada se tratara: sólo pueden presentarse a dicho concurso empresas con un capital estratosférico. Nada que ver con artistas. Sólo apto para la jet-set del hormigón y la subcontrata -sólo apto para «diestros»-. Decir ahora que las vidrieras de la Catedral de León forman parte del patrimonio de la ciudad y de la Humanidad y no deben estar sujetas a especulaciones resulta algo tan obvio que da hasta corte comentarlo, y sin embargo hace falta escribirlo: no, no vale cualquiera para restaurar esas vidrieras medievales; no, no es lógico ni justo que el dinero se vaya para una constructora y luego pretender que ésta subcontrate o pida asesoramiento a quien sí ha demostrado conocimiento y eficacia sobre el tema. Luis García Zurdo y su taller, como toda la ciudad sabe, han hecho mucho y bien por esas incomparables vidrieras como para que se les relegue ahora a un segundo plano supeditados a las ordenes de alguna constructora millonaria. No, si acaso al contrario. Los expertos son los expertos y las empresas no especializadas -por mucha solvencia económica que tengan- no son más que eso, entidades sin conocimiento específico, sin amor por la obra, sin mano artística... Las vidrieras de la Catedral de León necesitan principalmente profesionales artesanos y artistas, no ejecutivos con peones de albañil y maletines. Primero los expertos y luego los operarios generalistas. ¡El Cabildo propone un concurso que es el mundo al revés! Especialmente en todo esto se puede ver el comportamiento general que las instituciones leonesas suelen tener para con sus artistas: nada de reconocimiento ni aún menos de agradecimiento. El agradecimiento y el reconocimiento para nuestros creadores tiene que venir siempre de fuera para que por fin aquí nos demos cuenta de la valía¿ ¡Qué pena! En este sentido los principales expertos en vidrieras medievales de Madrid y hasta de Alemania apoyan a Zurdo y su taller pero no el Cabildo, curioso, y tienen que salir a la palestra la mayoría de nuestros principales creadores con un manifiesto para decir que no, que las vidrieras son un patrimonio artístico, no suelo urbanístico, y no puede ganar ese concurso una constructora y fichar luego a cambio de migajas a quien sí sabe de vidrieras medievales, a quien si las ha restaurado antes, a quien sí las valora, a quién sí ha dedicado a ellas su vida, a quien sí las ama. Por lo mismo que no puede, o no debe, una constructora ganar un concurso para escribir un poema, para componer una sinfonía o para pintar un cuadro, tampoco tiene sentido que no sean profesionales especializados en conservación y restauración de vidrieras medievales quienes al menos puedan presentarse a un concurso destinado a curar y restablecer el vigor de las hermosas vidrieras de la Catedral de León. ¡Viva el amor por la obra!

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