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«SI LAS MUJERES fueran buenas, Dios tendría una», rotundizó Tejerina haciendo rodar una de esas sentencias que te llegan sin collar, perro sin autor. Endemoniadamente ingeniosa parece esta. Como no puede nadie tomársela en serio, hay que saber reírla uno mismo para no dejarle al tonto el placer de refocilártela o creérsela. Pero hoy no anda la gente de humor. Se escuecen todos. Mira esa moraima que se toma por un chiste un vilipendio. Ahora los chistes y el tabaco hay que esconderlos. Cuentas uno de tías y te reprochan la puta gracia; uno de gitanos, y te empapela el fiscal. Pero esta sentencia que ensalza la divinidad de la soltería y de paso deja de malas a las mujeres acabará en un tocho del refranero español firmado por un académico. Las gentes de pensamiento cojo con muletas de refrán se apoyan. Más que menos, es lo que le dice hasta la hartura el rucio quijotero al pollino sancho; quitallá esa refranería. Como son leyes de la atmósfera anónima, nadie es responsable de repetirlos ni hay que discernir lo que tienen de verdad, prejuicio o patraña esas frases rotundas que llamamos máximas cuando en realidad son mínimas, así que se repiten, ruedan y pasan montes: de aquí a China, dos gotas de agua. «No te cases nuna con mujer de pies grandes», es un refrán de Mozambique y el título de un libro de la holandesa Mineke Schipper que juntó refranario mundial con la mujer al fondo sur de censura o baldón, que es como ve el hombre a su par en el yugo: «Si una mujer se hace rica, se vuelve hombre», dicen en Ghana; y en holandés, «cuando el heno va tras el caballo es que quiere que se lo coma». Esto, si el tipo está de ver y no de cegar, porque si se le recalienta el buje o le sangra la rabia es capaz de proceder como ese obtuso jenízaro de la nuestra cazurra ruralidad juzgado el otro día por perseguir a su cónyuge blandiendo una guadaña y después con el coche para estriparla porque resultó que la comida que aquel día había preparado no le cuadró al gusto y porque, oh insultante agravio e imperdobale delito, sirvió a su hija antes que a él. Lo de servir al paisano en primera instancia es cosa de viejo ancestro que sigue establecida con más frecuencia de la que sospechamos en el secreto doméstico de una sociedad que tardará mucho en ser justa. Y en olvidar refranes.

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