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CRÉMER CONTRA CRÉMER

Fernando Suárez, académico

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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VIVIR EN LEÓN no es nada fácil. Sobre todo si el personaje o personajillo está obligado a registrar en su Dietario, el nombre, el perfil y los méritos que avalan la arquitectura humana de aquel que aparece en pantalla y al cual se le debe respeto, admiración y devoción. Fernando Suárez pertenece a una familia entre leonesa y asturiana, tan fuertemente arraigado en estas tierras y bajo estas nubes viajeras, que no se puede hacer en justicia la historia humana de León y se le nota esta crispación interior que caracteriza a los seres con genio, con sangre y con espíritu de justicia. Yo no sé si nació para jurista, lo que sí es posible afirmar es que pocos hombres de su generación alcanzaron grados tan altos en el saber profesional ni espíritu más dolorido en la aventura personal que este que alcanzara los más altos techos en la vida pública. Tiempos los que le tocó vivir engendradores de tantos sinsabores y contradicciones que a duras penas pudo el vecino salvar los gañafonzos de una historia desatada, sin dejarse carne y sangre entre los espinos. Fernando Suárez consiguió la más sobresaliente nota en su especialidad como Catedrático de Derecho del Trabajo y acabó siendo vicepresidente del Gobierno para Asuntos Sociales y ministro de Trabajo. Desde el Grupo político de Alianza Popular consiguió concitar la atención de los activistas de la política y ello le permitió e impulsó a presentarse como representante electoral de León para las Cortes Generales. Fue el mantenedor de una de las páginas más simbólicas de la manera de ser como es la Presidencia de la Comisión para la elección del Leonés del año. Y aquí diera fin a las obligadas notas biográficas si no fuera porque, pese a cuantas reservas se les pueda poner siempre a quien se juegan la piel y el crédito a la carta casi siempre fullera de la política, su figura quedó establecida ya permanentemente como uno de los personajes más importantes y de más generoso contenido social de cuantos han transitado por los tortuosos pasillos de Cortesanías y Palacios jurídicos y políticos. Después de un tránsito silencioso por una acción a la que nunca renunció, aunque con talante de más enterizo formulatorio, se impuso su nombre por haber sido proclamado por la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas como Académico. Y este afanado mundo nuestro, el que hacemos día a día precisamente en el ámbito de nacencia del nuevo Académico de Ciencias Morales, Excmo. Sr. D. Fernando Suárea, se detuvo un instante y sin poder ocultar el rubor que su aldeana indiferencia envuelve a los hombres que hace, dejó su voz, su gesto, su palabra y su doctrina para el asombro y la admiración de todos los leoneses que quedamos atrás, muy atrás todavía. León, sigue debiendo al signo familiar de los Suárez, su más rendida devoción y su reconocimiento. Solón diría si se viera en este caso: «Gracias a Júpiter y a los demás dioses. Jamás serán destruidos los muros edificados por nuestros abuelos».

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