Diario de León
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CARLOS G. REIGOSA
León

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LA CANTINELA de la mano tendida empieza a ser, en la vida pública española, una ofensa a la inteligencia. Sin remontarse a los tiempos en que Ibarretxe presentaba -con la mano tendida- su proyecto independentista en el Congreso de los Diputados, tenemos hoy ejemplos sobrados de esta curiosa actitud. Recuérdense las palabras de Ángel Acebes, secretario general del PP, cuando dijo, el pasado fin de semana, que Mariano Rajoy le había tendido la mano a Zapatero al ofrecerle un pacto sobre política territorial y lucha antiterrorista. El lunes la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega le respondió que el presidente del Gobierno «siempre tiene la mano tendida para el diálogo». ¡Faltaría más! Si Valle-Inclán estuviese vivo no se le hubieran escapado estas perlas para sus «Luces de Bohemia» u otro esperpento. Porque España parece ya, políticamente, el país de la mano tendida. Como antes lo fue del brazo incorrupto. La verdad es que aquí nadie tiene la mano tendida. Ni el PP, que condiciona su oferta de consenso a que Zapatero rectifique en lo del Estatuto catalán y en la cuestión vasca. Ni el PSOE, que ha evitado cuidadosamente todo acuerdo con el PP (salvo los inevitables, como el del Estatuto valenciano). Ni ERC, que sólo mira por sus intereses (y por las poltronas de sus dirigentes, dicho sea de paso). Ni el PNV, que permanece agazapado, sin decir ni pío, pero también sin dar ni un paso hacia el entendimiento y el acuerdo. Ni siquiera CiU, que podría ser una excepción positiva si dejase de orientarse por los movimientos erráticos y funambulescos de Carod Rovira o Puigcercós (¿Acaso teme Artur Mas verse desbordado por los independentistas y prefiere tenderle la mano a la confusión y al maximalismo estatutario?). Es lo que hay. Todos con la mano tendida, pero a la yugular del adversario. Y así es muy difícil alcanzar acuerdos firmes. Se salva el buen tono de Zapatero, pero, ¡qué paradoja!, es ese tono lo que más irrita a la oposición. A este punto hemos llegado. Creen que los españoles les piden que tengan la mano tendida. Y se equivocan. Lo que les pedimos es que alcancen acuerdos en lo importante y que no nos enturbien el futuro. Seguro.

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