Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

¡Abajo las armas!

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VICTORIANO CRÉMER
León

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NO SOLAMENTE LA paloma de Rafael Alberti se equivocaba. Mucho nos tememos los ciudadanos de a pie, que además de poner cebos para cazar aves contaminadas tendremos que ver la manera de acabar con los petardistas, con los terroristas y con todos aquellos que pretenden interrumpir el curso feliz de los acontecimientos que se empeñan en anunciarnos que el terrorismo se va a acabar y que existen señales claras, tanto en el firmamento como en la tierra de que esta feliz anunciación se producirá dentro de la actual gobernaduría del partido socialista. ¡Aleluya! El pueblo, la gente humilde, el inmigrante errante, contemplan la carta de navegación con ilusión y esperanza. ¡Cuando el jefe del gobierno nada menos, se arriesga a proporcionar al contribuyente que existen datos, señales, signos fidedignos que anuncian el fin de la violencia, por algo será! Nadie piensa que nada menos que el presidente del Gobierno de una nación alterada por el miedo, pueda ser engañado. Si esto es el principio del fin, alabado sea, pero las muestras del comportamiento que están dispuestos a adoptar los violentos no parecen participar de la euforia gubernamental, porque en sus declaraciones públicas se limitan a decir que están dispuestos a ser buenos siempre y cuando les concedan virguerías políticas, sociales, económicas y geográficas, mediante las cuales les sea permitido el uso y el abuso de su poderío y de su democrática gana. ¡Dejen ustedes las escopetas y la trilita y la cloratita y todos los instrumentos de muerte que manejan sin licencia! ¡Permitan ustedes que existan porciones peninsulares que no acepten por las malas algunas de sus exigencias! O España es una, libre y amiga de la caza, o no es nada. Cuando los judíos, los moriscos y los cristianos consiguieron entender que la reunión de las lenguas, culturas y colores lejos de reducir la España reconquistada conseguía establecer la unión de los diferentes estamentos y cohesionar una etnia, la hispánica, por cuyo futuro bien merecía la pena sacrificarse; cuando los habitantes de la Iberia se dieron cuenta de esta evidencia, se produjo la España múltiple, varia y victoriosa. Luego vinieron los hunos/ y nos molieron a palos,/ que Dios ayuda a los buenos/ cuando son más que los malos! Y no acabamos de coger el compás. Porque, ¡ay señora mía! no basta con que desde los sermonarios interesados del Gobierno se nos diga que España está bien, que como en España ni hablar y que ni siquiera los pájaros enfermos mueren sobre esta tierra, no, nos basta con este enuncio de ventura para que el milagro se produzca, ni es suficiente con que asegure el que más manda que esto se va a acabar, cuando suenan los estampidos de los petardistas bajo la cúpula celeste del pueblo español, un día sí y otro también. O dejan las armas los matadores o se procede a su acorralamiento definitivo, como se hace con los pájaros portadores de la peste aviar. ¡Porque España, los españoles, no podemos con la carga!

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