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Publicado por
ANTONIO TROBAJO
León

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Mañana es el Día del Seminario, aunque la fiesta litúrgica de San José, Esposo de la Santísima Virgen y Custodio del Redentor, sea el lunes. La jornada vuelve a traer a nuestra conciencia el asunto de las vocaciones al sacerdocio, que, en estos años, se ha convertido en un serio problema. Por varios capítulos, pero especialmente por su disminución. No es cosa de abrumarles con cifras. Baste afirmar, con respecto a los Seminarios Mayores, que estamos hoy en el porcentaje de aproximadamente un 5 % con relación al número de seminaristas de hace una cuarentena de años. O si quieren, con cifras absolutas y escogiendo el Seminario Mayor de León como paradigma: por 1960 había en torno a 160 seminaristas; hoy son 9 (dos de ellos ya con los estudios terminados, uno ya diácono y otro en tiempo de aprendizaje pastoral). Ésta es toda la cera que arde. Y gracias. ¿Por qué lo digo? Las vocaciones sacerdotales tienen su vivero dominante en el sector de la población juvenil; nuestra juventud anda como anda y por donde anda (anoche fue la movida estatal del «botellón»), es decir, por cualquier sitio menos por nuestras catequesis, encuentros y celebraciones. El resultado tiene que ser forzosamente el que es. Y callemos la boca, que si se enteran puede agravarse. Porque no me dirán si, con el panorama que tenemos, contar con nueve seminaristas mayores para una población de 280.000 personas (unos 20.000 jóvenes entre 17 y 26 años) no es un milagro, que venga Dios y lo vea. Les hablo, a modo de ejemplo, de León, pero sepan (lo saben) que la situación es similar, si no idéntica, en todas las diócesis del norte y este de España, antaño las más abundantes en vocaciones. Hoy están mejor, en cuanto a números, en diócesis del sur y en otros lugares, si bien también de modo desigual. Sería bueno disponer de estudios sociológicos comparativos sobre las Iglesias particulares que cuentan con diferencias importantes en este punto. Tal vez encontraríamos respuestas, si no remedios. Vuelvo a lo de antes: es indiscutible que si nuestros jóvenes se mueven por lo que se mueven, nuestros Seminarios y Noviciados (masculinos... y femeninos, que ésa es otra) deben estar rebosantes de espacios vacíos. Bueno, pues a pesar de todo lo dicho, reitero que mañana es el Día del Seminario, con un lema desafiante y transparente: «Por Cristo y por los demás, hazte cura». Por eso convendrá tener presente que mañana es día de elevar preces al cielo para que empiece a disminuir esta sequía -que necesitamos muchos y santos sacerdotes-; que es tiempo de pensarnos (individuos, familias, colegios, cofradías, movimientos, parroquias...) qué parte alícuota de culpa tenemos en esta crisis; que va a ser cosa de arrimar el hombro para obrar de modo consecuente con la disminución de ministros del altar; que Dios algo está queriendo decirnos con esta situación. En fin, que todo, menos quedarnos de brazos cruzados con la lágrima quejumbrosa asomando y maldiciendo las tinieblas. Las vocaciones son un regalo de Dios que cae de arriba. Sí, pero convendrá andar listos para cogerlas al vuelo. Y cobijarlas en los «semilleros» (seminarios) que habrán de mimarlas como una perla rara. Con la colaboración de todos, faltaría más. No lo olviden. ¡Por amor de Dios!. El pulso pasa también por Laguna de Negrillos. Y por la lamentable situación en la que todos (es un decir, porque alguno andará frotándose las manos) están sufriendo: los feligreses de la localidad, las autoridades civiles, el párroco y hasta el Obispo. A uno se le abren las carnes al constatar algunos hechos que parecen incontestables: estoy seguro de que nadie quiere complicarse la vida ni vivir con tensiones y disgustos; de que en todos está presente la buena voluntad; de que todos los protagonistas del desaguisado son bautizados. Y sin embargo... la madeja esté enredada. ¿Por qué? ¿Será mucho pedir cordura y mesura y diálogo... y una pizca de visión cristiana de lo que está ocurriendo? ¡Por amor de Dios!.

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