CRÉMER CONTRA CRÉMER
La magia de la pintura de Olga Llamas
EL QUE MÁS y el que menos ha tenido ocasión de repetirse la escala de la pintura que mandan hacer los distintos vientos: La pintura con ángel y la pintura con duende. Olga Ramos, una excelente pintora en la plenitud de su pronunciamiento estético, es de aquellas que han merecido ser acompañadas por el ángel. Y de ahí su magia viva, su latido íntimo, su encendido rubor. La pintura es, o debiera ser, artículo de fe. O se acepta su reto como tal o inevitablemente se produce el extravío. Y no será bastante con inundar de color el espacio ni colgar la intencionalidad del dibujismo para alcancar licencia, porque la una y lo otro son completamente indispensables, pero no fines. Olga Llamas es pintora invadida, pero que permite la liberación de sus dioses y de sus fantasmas para la creación de un arte libre, caudaloso y sensible. El arte de Olga Llamas, por tratar de evidenciar su obra en un concepto estricto, es una pintura cierta, evidente, contagiosa. Se entrega a los demás sin esfuerzo, como exigió Paul Klee, cuando recomendaba: «En arte lo mejor es decir las cosas de una vez y de la manera más sencilla». La artista se limita a dejarse ganar por sus propios impulsos y sobre todo su embriaguez. Su pintura, al mismo tiempo que sugiere estados de ánimo, seduce la mirada y mueve el sentimiento. Porque la pintura -y tal es la de Olga Llamas- no es solamente cuestión de ojos, de saber ver, sino de interpretación, que dijo Ortega, y la pintura de Olga Llamas gozosamente a contemplarla y a entrar en el juego milagroso de la interpretación. Ante la perversión de los inventores de ocurrencias, la pintora leonesa busca y encuentra en su fragante arboleda cargada de sugestiones, la pintura, delicada, pura, transida y como transmisión de una sensibilidad a flor de corazón. La aparente fragilidad de sus composiciones, en las cuales sugiera el uso y la medida de la técnica, sobre tamaños fuera del foco natural del ojo, no supone ni remotamente flojedad de formas, ni desamparo cromático, sino precisamente la construcción de una cierta forma de esquema bélico que la pintora libra frente al lienzo. Y su triunfo final es el resultado de una meditación ferviente, convencida, como Pablo Picasso, de que la pintura, el arte, no se hizo para el decorado de apartamentos. Es un instrumento de guerra ofensiva y defensiva contra el enemigo. En esa guerra está Olga Llamas...