Diario de León

LITURGIA DOMINICAL

Bendito el que viene

Publicado por
JOSÉ ROMÁN FLECHA ANDRÉS
León

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«EL CORTEJO se aproximaba a la ciudad misteriosa, sorda y enemiga, con la fuerza sonora de un torrente desbordado. Estos campesinos, estos aldeanos, van delante, rodeados de un móvil simulacro de bosque, como queriendo llevar, dentro de las murallas hediondas, a las estrechas callejas, un poco de campo y de libertad. Los más atrevidos han cortado a lo largo del camino ramas de palmera, ramas de olivo, ramas de mirto, ramas de sauce, como para la fiesta de los Tabernáculos. Y las agitan en alto mientras claman las apasionadas palabras de los salmos mirando al ardiente rostro del que viene en nombre de Dios». Con su estilo enardecido nos introduce Papini en el escenario que contempló la entrada triunfal de Jesús en la ciudad de Jerusalén. Nuestra Semana Santa comienza con la celebración de aquel ingreso. A juzgar por las encuestas recientemente publicadas, las multitudes de los que reconocen a Jesús como el enviado de Dios no son tan numerosas ni tan entusiastas como pudiera creerse. El Mesías no es acogido con tanto fervor por los que dedican la mañana del domingo a dormitar. Peregrino y dueño Al inicio de la procesión de los ramos, se proclama hoy un texto bien conocido, tomado este año del evangelio de Marcos (Mc 11, 1-10). En él se distinguen claramente dos escenas. En la primera aparece Jesús enviando a sus discípulos a la aldea de Betfagé. De allí han de traerle un borrico. El Maestro parece ser el dueño de la situación. Está preparando su entrada en la ciudad. Y actúa con decisión. El dueño del borrico no opone resistencia cuando le dicen quién lo necesita. En la segunda escena Jesús es aclamado por la multitud. Unos alfombran el camino con sus mantos. Y otros enarbolan las ramas que han cortado en el campo. Se respira un aire de fiesta. El Maestro de Nazaret es aclamado como Mesías. Jesús es un peregrino que acude a la ciudad santa para celebrar la fiesta de Pascua. Pero de pronto, el peregrino se revela como más importante que el santuario. Es como si la ciudad le hubiera estado esperando desde siempre. «Bendito el que viene en nombre del Señor». Ése es el grito de la multitud que acompaña a Jesús. Un grito que ha sido recogido por la liturgia y repetido cada día en todos los ángulos de la tierra. ¿ «Bendito». Proclamar la bendición es una de las notas más características de la oración hebrea. Los hombres bendicen a Dios y Dios bendice a los hombres. Proclamar como «bendito» a Jesús es reconocer su dignidad divina y su cercanía humana. ¿ «Bendito el que viene». Venía entonces, viene ahora y estará viniendo por los siglos. Viene en sus palabras, en los signos sacramentales y en la presencia de los pobres. Es preciso salir a acogerlo como quien aguarda a alguien largamente añorado y deseado. ¿ «Bendito el que viene en nombre del Señor». Jesús no venía a condenar a su pueblo. Venía a entregarse por él. Venía y viene a proclamar la palabra de Dios y a revelar la misericordia de Dios. - Señor Jesús, que llegas a nosotros con gestos de paz, te reconocemos como Mesías y Señor. Que tu venida sea para nosotros fuente de salvación. Amén.

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