Diario de León

Su mirada se detuvo también en Israel y defendió el derecho de los palestinos a tener un Estado

El Papa pide una salida honrosa para todos en la crisis nuclear de Irán

Benedicto XVI dio su Mensaje Pascual en en la plaza de San Pedro del Vaticano ante 150.000 fieles

El Papa, ayer, durante la bendición Urbi et Orbi en San Pedro del Vaticano

El Papa, ayer, durante la bendición Urbi et Orbi en San Pedro del Vaticano

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El Papa hizo ayer un enérgico llamamiento en favor de la paz en Irak, pidió una salida honrosa para todos« en la crisis de la energía nuclear, exigió que se ayude a Africa y condenó los secuestros en América Latina, a la que deseó una consolidación de la democracia y mejores condiciones de vida. Benedicto XVI hizo estas manifestaciones durante su Mensaje Pascual, que pronunció en la plaza de San Pedro del Vaticano ante más de 150.000 personas y que fue transmitido en directo por 104 televisiones de 74 países. En el día en que cumplió 79 años y en la vigilia del primer aniversario de su Pontificiado, Joseph Ratzinger ofició como Papa su primera Misa de Resurrección y dijo en su mensaje que el mundo actual está marcado por la inquietud y la incertidumbre y que los que aún viven bajo las cadena del sufrimiento y la muerte aguardan la esperanza de Cristo resucitado». Benedicto XVI hizo un recorrido por todos los continentes y la palabra que más pronunció fue paz. «Que en Irak prevalezca finalmente la paz sobre la trágica violencia, que continúa causando víctimas despiadadamente», señaló Benedicto XVI en la misma línea que Juan Pablo II, quien se opuso con todas sus fuerzas a la guerra contra ese país, al considerar que sólo dañaba al pueblo ya castigado tras más de una década de embargo económico. En Tierra Santa Su mirada se detuvo también en Tierra Santa y reiteró la posición oficial de la Santa Sede sobre el derecho de los palestinos a tener un estado independiente y a la seguridad de Israel. «Deseo ardientemente la paz para Tierra Santa. Invito a todos a un diálogo paciente y perseverante que elimine los obstáculos antiguos y nuevos. Que la comunidad internacional, que reafirma el justo derecho de Israel a existir en paz, ayude al pueblo palestino a superar las precarias condiciones en que vive y a construir su futuro encaminándose hacia la constitución de un auténtico y propio Estado», afirmó. El Papa tocó otro de los graves problemas con los que se enfrentan la sociedad internacional: la crisis de la energía atómica desencadenada, sobre todo, por Irán. Sin nombrar al país islámico, Benedicto XVI dijo: «por lo que respecta a las crisis internacionales vinculadas a la energía nuclear, que se llegue a una salida honrosa para todos mediante negociaciones serias y leales». Reforzar Naciones Unidas También abogó para que se refuerce en los responsables de las Naciones y de las Organizaciones Internacionales la voluntad de lograr una convivencia pacífica entre etnias, culturas y religiones, que aleje la amenaza del terrorismo. «Este es el camino de la paz para el bien de toda la humanidad», afirmó el Papa, quien en su discurso no olvidó América Latina, el continente de la esperanza, como le llamó Juan Pablo II, y Africa, donde mueren millones de personas en medio del olvido del mundo. Para América Latino pidió un renovado dinamismo en el compromiso de sus países «para que se mejoren las condiciones de vida de millones de ciudadanos, extirpada la execrable plaga de los secuestros de personas, y consoliden las instituciones democráticas, en espíritu de concordia y de solidaridad activa». Mirada a África Refiriéndose a Africa, pidió «consuelo y seguridad», en especial para Dafur, «que atraviesa una dramática situación humanitaria insostenible», la región de los Grandes Lagos, «donde muchas heridas aún no han cicatrizado», el Cuerno de Africa, Costa de Marfil, Uganda, Zimbabwe y otras naciones «que aspiran a la reconciliación, a la justicia y al desarrollo». El Pontífice abogó para que por todas partes del planeta se propague la vida, la paz y la libertad y exhortó a la humanidad del tercer milenio a «no tener miedo» y a abrir el corazón a Cristo, «que sacia de paz y felicidad».

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