CORNADA DE LOBO
A mano alzada
ALEGRÓN me dio destapando frascas donde se pudren los recuerdos al ver publicada el juevesanto en el colega matutino (La Crónica, por abreviar) la portada original de la primera edición de «El entierro de Genarín» alumbrada en el 81. Ciertamente es curiosa esa portada, según reza el pie de foto; toda ella, tipografía incluída, está trazada a mano alzada. Un dibujo caricaturón representa a un Genaro con gorrina entre las manos sentado al borde de una alta cama de colchón redondo como fudre donde yace incorporada una mujerona verbenera que en ningún caso podría ocultar su facha de putón total y una lozanía desbordada. Al pie, una mesita con patas de estufa. Sobre la mesita, dos dedales de cristal y una botella de anís (a saber si es orujo lo de dentro). Bajo la cama, las botas del pellejero en un guiño barato a un Charlot cazurro y mudo, sin más gracia que la que no tuvo y hubo de inventarle el genio gamberro de un evagenlista cachondo, Pérez Herrero a mayor gloria. Y al lado de las botas, la inevitable bacinilla (orinal y palangana eran todo el cuarto de aseo de aquellas casonas de putiferio que olían a berzas por la mañana con perfume de violetas por la noche). La portada rotula de qué va el libro: «La más insólita vida ejemplar de un leonés, El Entierro de Genarín, un libro escrito por Julio A. Llamazares donde se narra la vida de gallofa y sorna de un pellejero ilustre atropellado y muerto por el camión de la basura en León, 1929», forma enrollada y barroca de titular que me suena. Al pie, Ediciones del Teleno (de corta vida, brioso inicio y finales ladrados, demostró lo de «salida de potro burgalés, parada de burro manchego»). El dibujo lo firma «Ay chana». Es por el «ay, chana, chana, cómo te gustan las avellanas». Digo que el seudónimo viene de esa copla porque la firma es mía. La usaba entonces en mis dibujos intrusos. Este, como tantos otros, no me lo pagaron (ni yo lo pasé al cobro). Y como sólo me dieron un ejemplar por honorario y, además, me lo birlaron, pues me quedé sin él. También el original se «perdió» en imprentas o vete tú a saber. Así que estoy totalmente huérfano de ese hijo garabato. En la siguiente edición se lo cargaron sin disculparse ni haberlo agradecido. Por eso el alegrón de verlo publicado de nuevo. Pero no todos los recuerdos que me trae son buenos o están podres.