Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

Marbella, la bien robada

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VICTORIANO CRÉMER
León

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MARBELLA, ANEXO DE la maravilla malagueña, aparece dibujada al costado del Mediterráneo, que, por cierto, salvadas algunas características peculiares, es tierra de ladrones, desde aquella aventura de Don Gil por convertirla en capital de la gente fugitiva de Rumanía, de Croacia, de Buenos Aires y de cualquiera de los mundos en donde existan gentes de Palermo, dedicadas a la extorsión, al camanduleo, a la práctica mafiosa europea más afamada y también como consecuencia de esa naturaleza geográfica y política,a la formación de municipios de manos largas y de pensamientos cortos. Marbella acaba por intitularse, Reino del Estío andalusí, con núcleos de discípulos de aquel creador de mundos para su explotación mediante el juego de la política. Marbella en sus últimas acciones se distinguió por la avidez, por la capacidad de transformación urbanística y por la facilidad de sus alcaldes, sus concejales y sus asesores por convertir el agua mediterránea en vino de boda, como en las famosas de Canaán. Al cabo de unos pocos meses de contacto el más lerdo de la comunidad, en vez de dedicarse a hacer relojes, se dedicó a expoliar al personal, a la comunidad, al Partido Independiente de los Gil y al Lucero del Alba que se atreviera a poner sus pies en la ardiente y dorada arena de sus playas. Marbella, siendo como es uno de los pueblos más bellos, más sugestivos y más paradisíacos de la España en versión Zapatero, se ha transformado en la Ciudad del os fugitivos de todas las justicias y en cueva de ladrones, en forma de organismos municipales con especialidad en urbanismos alevosos. Aquí y ahora, salvo excepciones naturalmente que confirman la regla, el que no manipula, estafa o malversa fondos del común, se queda de cuadra. Y esto ha contribuido a forjar una característica tal que hace de Marbella la ciudad más encanallada del mundo de la droga, del atraco, del cohecho y del tráfico de influencias y es raro el concejal, el asesor de imagen o el celador que no consigue hacerse rico a costa de manipular licencias de construcción y de comprar y de vender conciencias. Este comportamiento se ha hecho tan habitual en la zona, que al encontrarse en la calle los amigos y conocidos le saludan así: «¿Qué, como va el negocio de la venta de la Playa de Levante?»... «Vamos tirando», responde el infractor de turno. Al cabo de veinte años de prácticas maliciosas y de robar los unos a los otros y los otros a los unos, la Justicia, al fin, ha decidido poner entre rejas o al cuidado especial de un juez a los ladrones. Y ya lleva procesados a más de treinta ex alcaldes, ex concejales, ex consejeros y ex hombres y mujeres públicas sin conciencia limpia. Al parecer seguirán los registros, las investigaciones y las detenciones. Y uno se pregunta, sumido en la más profunda zozobra: ¿Qué hacía, que ha venido haciendo durante tantísimo tiempo robar, robar y robar? Y que no se nos diga que los guardias, los jueces y los representantes de la legalidad no se enteraban de lo que sucedía en Marbella, cuando esta era conocido incluso en las Médulas bercianas o en la alcaldía gentil y solidaria... Cuando aquel militar ferrolano quería sacudirse responsabilidades, apelaba a la disculpa de que él no sabía nada de lo que sucedía en la España maltratada. ¡No me van a intentar convencer de que tampoco se sabe nada de lo que sucede en Marbella!

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