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Diario de una aventura Desafío extremo Lhotse (8.516 metros)

«Lucharé para llegar a la cima»

Una tempestad de nieve ha hecho que el aventurero leonés tenga que retrasar el inicio de su conquista. Una experiencia que, asegura, acabará con sus miedos una vez culminada

Publicado por
Jesús Calleja
León

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Estimados lectores, esta crónica no me tocaba todavía, pero me adelanto a escribirla, porque cuando pasa algo que rompe los planes, todo lo que uno tiene programado ya no sirve para nada, esto es una de las grandezas de este deporte salvaje. De nada sirven los cálculos y las ecuaciones, cuando el mal tiempo o mejor dicho cuando una imprevista y violenta tempestad de nieve se abate sobre el campo base, nada se puede hacer. Y doy gracias de no haber subido al campo I como era mi plan, porque de haberlo hecho ahora estaría atrapado sin poder bajar, pues, como os decía, la tormenta de nieve ha sido espectacular. En sólo 15 horas ya había caído en el campo base 80 centímetros de nieve y ahora al cabo de 24 horas ya hay en torno a 1.20 metros. Si no hay nieve es muy sencillo caminar por este caos de rocas y hielo, pero con la cantidad caída es imposible localizar las grietas. De este modo estoy aquí, varado en una playa de granito y hielo fósil como una ballena que desespera por poder entrar en el agua. Yo me digo: «Jesús tranquilo, paciencia, que dicen que es la madre de la ciencia», y de esta manera me relajo y espero. Primero tiene que parar de nevar, luego esperar que se asiente la nieve caída, y después esperar que se terminen las avalanchas que, cada media hora, se abaten sobre las inmediaciones del campo base, donde se descuelgan por las paredes hasta llegar al glaciar del Kumbu, donde impacta con tanta violencia que el propio glaciar tiembla de lado a lado creando un mini terremoto. Os pongo en situación: tres de la mañana, ruido aterrador que se abate sobre el mismo glaciar donde tengo mi tienda, temblor al cabo de 5 segundos, y en ocasiones parte de la nube de nieve en polvo que se produce por el terrible impacto te cae encima de la tienda durante 15 minutos. Noches en el campo base Éste es el panorama de las últimas dos noches en el campo base. Aún sabiendo que esas avalanchas nunca (espero) llegarán directamente al campo base, pues por medio hay una distancia de seguridad calculada, te ponen la carne de gallina, y te despiertan al menos 6 veces durante la noche, y como no puedes ver nada y por la noche todos los gatos son pardos, lo que hago es apretar los dientes y convencerme de que no pasa nada, y poco a poco me sumerjo de nuevo en el frágil sueño de las almas que penamos en este glaciar de los terrores, o al menos hasta que estas violentas tormentas no cesen y se vuelva a convertir en el glaciar de las esperanzas. En estas aventuras extremas no siempre todo es maravilloso, hay muchos ratos o incluso diría días de angustias, miedos, indecisiones, agotamiento, terror, sí, terror cuando te balanceas sobre las malditas escaleras que atraviesan grietas donde ni siquiera se ve el fondo. Si, ésta es la vida que me espera al menos otro mes y medio. Más penas que glorias, pero si alcanzo mi objetivo, que no es otro que la cima de esta montaña, llamada por los nepalíes «asesina», todo miedo, angustia, o terror desaparecerá de un soplo. Como el soplo final de los vientos del Himalaya, que , se van y dejan tras de sí la mayor de las calmas. Esa calma es la que quiero y anhelo y lucharé como un León para llegar a la cima y obtener la recompensa de mi «calma». Espero poder escribiros en unos días y por fin contaros que el campo I y el campo II están fijados y abastecidos. Pero para eso antes tienen que cesar las violentas tormentas. Esta crónica se la quiero dedicar a tres personas fundamentales en el proyecto de «Desafio Extremo», que además son mis amigos, y quiero que sepáis que siempre estáis presentes en mis pensamientos. Jesús Romo, Adolfo, y Silvia Clemente. Para vosotros mi máximo agradecimiento. Vuestro amigo Jesús Calleja. ESCRIBE:

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