| Crónica | La Rusia de los años 60 |
Un trágico experimento
El accidente de Chernóbil fue consecuencia de un experimento para comprobar qué ocurriría en caso de ataque o catástrofe
El 29 de septiembre de 1966, el Consejo de Ministros de la Unión Soviética dio el visto bueno a la construcción de las centrales nucleares de Leningrado, Smolensk y Kursk (Rusia), Chernóbil (Ucrania) e Ignalina (Lituania). Se trataba de un innovador proyecto que incluía la utilización de una tecnología revolucionaria, los reactores RBMK-1000, que servían tanto para producir energía eléctrica como plutonio para la fabricación de bombas atómicas. Se les consideraba tan seguros que se decidió no aislarlos dentro de una carcasa de confinamiento, lo que, pese al riesgo, abarataba notablemente los costos de producción. Tenían además la ventaja de poder cargar el combustible en marcha. Su único inconveniente, que resultó fatal en el caso de Chernóbil, era que, a baja potencia, se hacían inestables al tener el coeficiente de reactividad positivo. Es decir, se producía el efecto contrario. El reactor tendía a compensar la ralentización de la reacción en cadena interaccionando con el vapor que se desprendía de su núcleo activo. El resultado era un aumento incontrolado de la potencia Eso fue lo que pasó el 26 de abril de 1986. El reactor número 4 de la central de Chernóbil iba a ser desconectado para realizar los trabajos habituales de mantenimiento. Se decidió aprovechar la ocasión para efectuar un experimento que permitiese comprobar si, en el caso de un corte total del fluido eléctrico, la inercia de la turbina del generador principal podría ser suficiente para alimentar los sistemas de seguridad, control y refrigeración del reactor hasta la puesta en funcionamiento de los generadores de emergencia. La información que se esperaba obtener tenía interés especialmente en el ámbito militar. Lo único capaz de ocasionar un apagón semejante podría ser una guerra o una catástrofe natural. Asegurar el funcionamiento de la central garantizaría la necesaria producción de plutonio para uso militar. Una caída repentina del nivel de potencia, cuyo origen sigue sin saberse si fue consecuencia del error de un operario o de un fallo técnico, hizo que el reactor se desbocase. La falta de refrigeración agravó el problema e hizo que la temperatura en el núcleo del reactor subiera peligrosamente. El intento de parada automática no surtió efecto por que las barras de grafito que sirven para moderar la reacción en cadena se quedaron bloqueadas. En menos de un minuto, dos explosiones se sucedieron con un intervalo de escasos segundos. El edificio que albergaba el reactor quedó derruido, se declaró un voraz incendio y el material radiactivo empezó a escapar a la atmósfera. En Rusia funcionan hoy día 11 reactores RBMK-1000, en Kursk, Sosnovi Bor (Leningrado) y Smolensk.