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Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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EL CRISTO DEL PERDÓN es una buena advocación para un tiempo encrespado, metido hasta el corazón en guerras sin remedio y sometido al arbitrio de seres humanos también atenidos en su peripecia a los avatares peligrosos de la vida. El nombre de Cristo del Perdón supone o debiera suponer que de algo y a alguien el Cristo asesinado legalmente debiera personarnos. Todos los años, con alguna breve suspensión en el año 1972, la Cofradía del Santo Cristo del Perdón, proponía a quien tenía poder para ello, el indulto de alguno de los penados en la cárcel de la villa. La propuesta elevada con todos los sacramentos y certificados a la autoridad suprema, era atendida y estudiada. Y se otorgaba la gracia y el recluso salía limpio de sus restos de condena para añadirse al cortejo ya como hombre libre. Las autoridades supremas a las cuales era sometido el «caso» atendían los informes que se le proponían con espíritu fraterno y concedían el indulto, que se transformaba por este gesto de misericordia, en el signo más característico de los desfiles procesionales de León. Como rúbrica superior y emblemática de este estado de piedad, el cortejo del perdón se acercaba hasta el pie de la Pulcra Leonina, tan blanca y pura, tan exenta de culpa y ante la piedra de la Ley (Locus Apellatonis) donde el pueblo acudía en demanda de justicia en una última instancia, quedaba inscrito el penado en el Libro Santo de los perdonados por sus culpas, fueran éstas de escasa o de grandísima entidad, porque la misericordia divina no puede establecer diferencias entre pecados graves y pecados veniales cuando de lo que se trata es de la salvación de las almas. Como todos los años anteriores, la cofradía organizadora de tan elocuente y obligado acto de piedad, propuso a un penado, un joven, retenido entre las rejas de la cárcel por un delito de lesiones y considerando el comportamiento y el cumplimiento de la pena, casi totalmente finalizado, propuso su indulto. El Consejo de Ministros, en uso de los poderes humanos que le son conferidos negó la gracia solicitada y el recluso volvió a la celda de donde había salido en un movimiento natural de esperanza. El abad de la Cofradía del Santo Cristo del Perdón, expresó su tristeza y el desfile de la Pasión del Cristo, al cual también se le había negado el perdón, siguió su curso por las calles silenciosas de una ciudad a la cual se le había suprimido uno de los motivos más trascendentes de la representación. Razones importantes debieron influir en la decisión de las autoridades superiores, pero al buen pueblo que sabe de perdones que del corazón salen, le medida le ha parecido poco convincente y lamentablemente inoportuna, pues que España, la España de los grandes perdones pendientes necesita y hasta exige que algunos o muchos de los motivos que dieron ocasión a la condenación del frustrado indultado, se conviertan en signo de buena voluntad cuando menos. Al compás de los tambores la procesión, ya sin su indultado, siguió su marcha, tristemente. ¿Qué pensaría el Santo Cristo del Perdón?