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Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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SUELE ASEGURARSE que en el poema lo que juega en primer lugar es el verso de arranque. Luego, todo lo demás ha de ponerlo el poeta o ha de encomendarse a la buena venturera de los ángeles voladores. Otros analistas de la lírica andante aseguran que lo principal del poemario es el título. De ese primer encuentro se desprende el encantamiento al que debe acabar sujeto el lector. Porque donde la conmoción emocionante no se produce, la poesía no funciona. Antonio Pereira, sin duda el más completo de nuestros escritores en verso y en prosa, acierta plenamente cuando aplica a su antología recién aparecida y bautizada en la pila bautismal de Villafranca, con la inapreciable compañía de Juan Carlos Mestre, Carmen Busmayor y José Carlos Boiso el nombre de Meteoros . Quizá quiere decir fenómenos deslumbrantes emitidos por constelaciones transidas de plenitud, con el cual el poeta que, ante todo, es Antonio Pereira, cumple el encargo del Instituto de Estudios Bercianos de clausurar uno de los ciclos creativos de mayor y más alta ambición. Y no deja de ser significativo que esta nuestra demostración, que este novísimo signo de la magnitud creadora de Pereira haya coincidido con la estela de la Semana Santa Leonesa y berciana, que es cuando los sentimientos emergen de sus doloridas clausuras para asomarse a la representación de la más tremenda tragedia imaginada: la muerte violenta del Hijo del Hombre que se hizo hombre precisamente para salvarnos. El dolorido sentido del tiempo y del lugar hace de esta presentación del nuevo libro de Antonio Pereira, uno de los verdaderos acontecimientos dignos de ser reseñados. He de confesar en este tiempo de sinceridades, que lo que en otros no envidiaba ya lo envidiaba yo en este autor de Meteoros poesía que abarca desde el año 1962 a 2006), un libro-testimonio en el cual confiesa el autor, aquel que consiga este libro, «tendrá el perfil poético de toda una vida». Y solamente quien es capaz de entender la vida con generosidad y sensibilidad puede permitirse emitir una señal tan significativa. Precisamente porque no es Antonio Pereira escritor destajista sino todo lo contrario, porque emite su canción a quien le escucha con devoción es por lo que esta nueva entrega lírica del poeta de Una tarde a las ocho , cobra mayor intensidad. La palabra viva, estremecida y cumplida de Antonio Pereira se recubre con mayor delicadeza si cabe que en sus libros anteriores, de un tono como de confidencia, como de la amiga que te habla al oído y que te permite percibir el latido del corazón. Poesía del corazón y para corazones enamorados, es la de Pereira: «Mi corazón vive por encima de mis posibilidades. Como los señores de mi juventud que gustaban más de lo que tenían y tenían menos de lo que debían. Mi corazón es pródigo como un cerezo enloquecido por el verano».