EL PULSO Y LA CRUZ
El del azufre y sus secuaces
Continuación de la entrega precedente. Como no puede ser menos. Porque estamos en tiempo pascual, porque ha llegado el buen tiempo (crucemos los dedos), porque hay que redondear las programaciones previstas para el curso que va tocando a su fin... y porque, tras de que éramos pocos, aparece el diablo y nos la lía. Que sí. Ya teníamos en nuestras diócesis unos cuantos contenciosos (algunos de ellos muy aireados) y, de repente, alguien suelta la especie de que ésta no es mi cruz, que me la han «cambiao», y ya tenemos a Moscas del Páramo y alrededores, familiares, sobrinos, tíos, primos y demás familia, revueltos como ante ataque de enjambre de abejas zumbonas. Volvemos a las andadas. Una vez más, todos con las moscas zangarronas tras de la oreja, todos incómodos y de mal humor, todos agresivos, todos maldiciendo en lo divino y en lo humano y hasta en la parentela adyacente. Lo gordo gordísimo es que no rascamos bola en lo esencial, que es intentar hacer sitio en uno mismo a la vida cristiana y ofrecérsela a los demás con aire garboso y convencido. Mientras andemos en quíteme allá una ermita o una cruz procesional o un cementerio o una fiesta patronal, me sé al menos de uno que huele a azufre, que da unos saltos olímpicos de alegría socarrona. Elemental, querido Watson. Él y todos sus secuaces, que haberlos haylos. Hasta de carne y hueso. En tierra firme y en el magma subterráneo, donde da la vuelta el aire y cuando apresamos el horizonte. O sea, siempre y en todo lugar. Pero como somos como somos, seguiremos sin enterarnos de que vale más amar que tener razón. Todo lo contrario de lo que sigue. Por ejemplo, lo que hizo santo Toribio de Astorga, cuya romería abrió brecha desde San Justo de la Vega hasta los altos del Páramo; o lo que significa el IV Centenario de la muerte de Santo Toribio de Mogrovejo que está revolviendo, por dentro y en positivo, las comunidades cristianas de Villaquejida, Mayorga de Campos y media Hispanoamérica; o las virtualidades de amejoramiento moral y misionero que irradian desde el «lignum crucis» del Año Santo Lebaniego, el cual se abrió el domingo pasado con representación cualificada de nuestras diócesis; o la puesta en diálogo del Evangelio con las realidades temporales que afectan al noreste de la provincia, analizadas al detalle en la Semana Cultural que organizó, días atrás y por enésima vez, la parroquia de Olleros de Sabero; o la aportación a la humanización y a la felicidad de hogares y personas, protagonizada por el Centro de Orientación Familiar de Ponferrada que acaba de apagar la vela de su primer cumpleaños; o la última edición de la Marcha Solidaria que, en estos días y en las tierras de Gordón malheridas por las tuneladoras, promovió la ONG SED, con sede en el Colegio Marista Santa Bárbara de Santa Lucía, pero con la participación de otras entidades e instituciones confesionales y laicas de la comarca, buscando fórmulas de financiación que posibiliten la ayuda humanitaria a diferentes proyectos de América y, en este año también, de África; o la puesta de largo de la revista «Ágape», que edita el Arciprestazgo de Ponferrada y que deberá ser un vehículo sobresaliente para entender qué significa y qué aporta la fe cristiana al contexto social berciano. Un punto y aparte, con distintivo rojo del amor de benevolencia («ágape» -otra vez-, que no «eros»), lo merecen quienes han hecho posible la existencia, desde hace veintiún años, de la Residencia para Acogida de Ancianos en la calle Concepción de Villafranca del Bierzo: los sacerdotes hermanos Antonio y Enrique Valcarce Alfayate, que dejaron su casa y sus bienes con ese fin; la comunidad de Franciscanos de la Cruz Blanca, que atiende de la casa y de sus acogidos; y todo el pueblo villafranquino que mima esta institución y otras muchas que en su geografía subsisten, como el monasterio de la Anunciada y su famoso ciprés, cuyo IV centenario de presencia (el de las monjas clarisas, que a conocer la edad de la conífera no llegan mis datos) se está celebrando, con Nuncio y todo. Más. Punto y seguido: un aplauso para Concha Casado por toda una vida y para Margarita Morais por desembrutecernos con la programación musical de Eutherpe. Gracias.