Diario de León

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AYER se celebró el día mundial de la Libertad de Prensa y sobre la superficie de un agua empantanada y presa se escribieron grandiosos principios; incluso manifiestos dictados y algo ceremoniales. Ya Paulo Freire necesitó un libro entero para demostrar que existe «Miedo a la libertad», pánico íntimo. Siempre delegamos en alguien para que nos gestione esa incómoda y peligrosa libertad, para que la administre y, finalmente, la recorte, que es lo propio. Así nos ahorramos la fatiga de trabajarla y el riesgo de quedarnos a solas con ella, cosa que implica decisiones personales y no dirigidas o amparadas por el poder o la masa. Pero la libertad no existe, seamos crudos, sino una mayor aproximación o alejamiento de ella. Esto es lo que fija la diferencia entre el dictado cerril que impera en tantas redacciones y el espectáculo de variedades que ensaya el que pretende presentarse como libre (algo es algo). La libertad es sólo una aspiración y un camino en el que nadie debería estar quieto, jamás, porque siempre habrá delante nueva libertad, espacio de crecimiento y desconocidos caminos que quizá otros hicieron antes para que su ejemplo nos resbale, nos inquiete o nos espante. De manera que aquí nos ves, oh Fabio, apalancados en la mínima o efímera conquista de la media voz que nos quieran tolerar, parados en la nómina roñosa que se ha generalizado en unos medios saturados de licenciados baratos en aluvión que muchas veces tienen de periodistas lo que yo de mecánico de la Talbot; aquí estamos los propagandistas y ocultadores de un gabinete institucional o jefatura de prensa (¿jefatura?) con el soñado rango de funcionarios públicos o políticos obtenido masivamente a dedo por haber adulado, silenciado o pedorreado, somos tripas agradecidas, estamos presos de patas en un fondo de reptiles con el que se paga la traición a los principios profesionales o, complacidamente, rebozados de sospechas en esta vanidad de estrellato social y pueblerino que tanto nos mola y con el que nos pagamos a falta de otra justicia con el trabajo vendido. Así que mañana, pasada la celebración y el teatro, colocaremos de nuevo la libertad de prensa en lo alto de la alacena del desideratum, porque el deseo secreto que alimentamos es el de ser un día funcionarios del todo.

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