Diario de León

Una fortuna en agua, café, chuches...

Un informe muestra que los consumos triviales en cines, teatros o parques de atracciones salen carísimos. La UCE incita a llevar de casa botellines de agua, chocolotinas y golosinas

Un burro, con las orejeras reflectantes colocadas

Un burro, con las orejeras reflectantes colocadas

Publicado por
Rafael Herrero
León

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El pequeño consumo caprichoso y trivial, casi inconsciente, que solemos llevar a cabo solos, con nuestra familia o con amigos cuando vamos al cine o al parque de atracciones o en la empresa no es un gasto ridículo y sin importancia. Esos pequeños detalles que se nos antojan cuando viajamos en el AVE o acudimos al teatro, chuches incluidas, nos salen... carísimos. La voz de alarma y de denuncia la ha alzado la Unión de Consumidores y Usuarios (UCE), quien ha elaborado un informe sobre los supuestos pequeños gastos en lugares de tránsito que concluye que pagamos cantidades desmedidas y abusivas en el denominado microconsumo. La UCE no duda en poner el grito en el cielo por los precios que se pagan en minibares de hotel, aeropuertos, estaciones de transporte por la compra, a veces irreflexiva, de productos en dosis pequeñas. La impresión del consumidor es que apenas se rasca el bolsillo -«¡bah!, sólo son dos euros»-, pero la asociación de consumidores entiende que muchos comerciantes o redes de establecimientos se pasan y se convierten en unos auténticos desaprensivos. Estas compras suelen registrarse en espacios acotados o cerrados que incluso prohíben consumir productos adquiridos fuera. Los técnicos de la UCE se han desplazado a diversos establecimientos de este tipo y, tras seleccionar varios productos, han calculado el precio real de lo que compramos como si fueran litros o kilos. Los cálculos son sorprendentes. Así, una bolsa de patatas fritas de 44 gramos comprada en el AVE cuesta 1,40 euros. Si compráramos un kilo, nos saldría por ¡más de 31 euros! Una botellita de cinco centilitros de whisky en un minibar cuesta en torno a cuatro euros; ergo un litro nos saldría por 80 euros. En el cine, van los niños y piden un paquete de palomitas de maíz. Tiene 125 gramos y nos cuesta 1,70 euros, pizca más o menos. ¿A cuánto nos saldría un kilo?: a 13,60 euros. Son datos reales de sólo algunos ejemplos que presentan cifras impactantes. Y ni los gastos de envasado ni distribución las justifican, como tampoco el privilegio de consumirlo en lugares cerrados. Los consumidores parecemos estar mal acostumbrados y asumimos con total desenfado y naturalidad que lo pequeño tenga que ser necesariamente caro, sobre todo en momentos de ocio. Es más, seguimos al milímetros los carteles intimidatorios que nos dicen que no llevemos cosas de fuera. La UCE incita a todo lo contrario: «Llévese desde casa los botellines de agua, las chocolatinas, las golosinas...». ¿Por qué? Pues porque, arguye, no hay que arredrarse ante las leyendas de prohibido ya que son «sencillamente ilegales». Así lo han dictado los tribunales respecto a denuncias presentadas, precisa. Además, reivindica que en los folletos publicitarios y los etiquetados se indique a cuánto no saldría el kilo o el litro de los productos que se venden en pequeñas dosis. Los burros en Namibia se están volviendo brillantes y no porque haya aumentado su coeficiente intelectual, sino gracias a unas orejeras reflectantes que pondrán remedio a uno de cada cuatro accidentes de tráfico del país. Namibia posee unas carreteras rectas e impecables que nada tienen que envidiar a muchas europeas. Los conductores pisan el acelerador sobrepasando en muchas ocasiones los 140 kilómetros por hora, algo inusual en una carretera africana. El peligro se acentúa durante la noche, pues la población de burros en Namibia es aproximadamente de 200.000 ejemplares y el sitio favorito de estos animales para dormitar es al calor del asfalto, ya que no hay cercas que se lo impidan.

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