Diario de León

Algunas especies desdiferencian sus células adultas para regenerar las partes perdidas

La medicina regenerativa busca en los anfibios las claves de una mayor eficacia

En el genoma de los anfibios se esconde el secreto que explica los procesos de regeneración

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C. Villafañe - león
León

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Muchas especies, en especial los anfibios y algunos peces, son capaces de regenerar partes de su cuerpo. La salamandra, por ejemplo, puede hacer crecer su cola, las mandíbulas, el intestino, el cristalino y hasta la retina. El pez cebra ha sido objeto de muchos estudios gracias a la capacidad que tiene de reconstruir sus aletas, escamas, médula espinal y parte del corazón. Los mamíferos también pueden regenerar algunas partes dañadas (hígado), aunque especies como los ciervos o los antílopes son capaces de recuperar sus cornamentas a un ritmo de hasta dos centímetros diarios. Puede sonar a ciencia ficción pero, si la lagartija que pierde la cola y la salamandra una pata vuelven a recuperarlas, ¿podrá algún día el ser humano hacer lo mismo? Aunque se pensaba que las células madre podrían ser el punto de partida para investigar sobre medicina regenerativa, cada vez son más los científicos que creen que la respuesta está en los genes y por eso centran sus estudios en el genoma de esas especies para poder descubrir cuáles son los que activan el proceso regenerativo. Para Markus Grompe, experto en regeneración de hígado de la Universidad de Oregón (EEUU), los genes ofrecen una pista de que la regeneración en los mamíferos no se ha perdido del todo. Según Mark Keating, del Hospital Infantil de Boston (EEUU), que lleva estudiando desde hace años la regeneración de especies como la salamandra y el pez cebra, cuando se conozcan esos genes se podrá buscar una versión en los seres humanos y descubrir por qué están desactivados y sólo funcionan en el hígado y, en muy pocas ocasiones, en la punta de algún dedo perdido. El poder regenerativo de los anfibios depende de un proceso llamado desdiferenciación consistente en que en algunas células especializadas (musculares o nerviosas) se produce un retroceso hacia un tipo de célula más primitiva, sin diferenciar. Keating ha podido comprobar que el gen «msx 1», que está inactivo en las células musculares maduras, una vez activado podía desencadenar esa desdiferenciación en las células musculares de un ratón provocando que empezaran a separarse y dividirse. Descubrió, además, que el líquido extraído de una pata de salamandra producía un efecto similar. La solución, el blastema En ocasiones, la regeneración comienza cuando las células maduras retroceden a un estado inmaduro. Entonces, estas células inmaduras, conocidas como blastema, regeneran la parte que falta, tal vez gracias al programa de embriogénesis que formó inicialmente al animal. Según los expertos, aunque la iniciación del blastema y la formación del embrión son programas biológicos distintos, deben converger en algún punto. De esta forma, el blastema podría derivar sus instrucciones de las células en la herida de las que se formó y es inmune a las indicaciones del tejido nuevo que lo rodea si es trasplantado. Si un blastema hecho al seccionar una extremidad de una salamandra a la altura de la muñeca es trasplantado a otra parte del cuerpo, sólo crecerá una muñeca y una pata, al tiempo que un blastema del hombro regenerará toda la extremidad. Keating ha identificado recientemente dos genes (fgf 20 y hsp 60) que son esenciales para iniciar la formación del blastema cuando se corta la aleta del pez cebra. Ambos también existen en los seres humanos, lo que sugiere que la base genética para la regeneración está todavía en su sitio y algún día podrían desarrollarse fármacos que los activen. Aunque aún falta mucho camino por recorrer, se trata de una línea de trabajo muy prometedora para las personas con distrofia muscular. Lo más sorprendente del blastema es que no importa dónde será necesario y para qué, siempre está activo y es capaz de regenerar desde un hombro hasta una extremidad. Por desgracia, los seres humanos no formamos blastemas y los científicos tratan de averiguar por qué. ¿Se imagina que los seres humanos tengan un sistema regenerativo como el de la salamandra? ¿Qué le sucede a este anfibio cuando pierde un miembro? El primer día crece una nueva piel sobre la herida. A la semana, las células del muñón adoptan la estructura de una célula madre y, dos días más tarde, emigran a la zona herida y se dividen hasta constituir un blastema. Más tarde empiezan a aparecer los dedos y el proceso se completa en un mes. Quizá algún día nuestra especie pueda regenerar los tejidos de una forma similar.

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