Diario de León

LITURGIA DOMINICAL

La vid y los sarmientos

Publicado por
JOSÉ ROMÁN FLECHA ANDRÉS
León

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SI la experiencia del pastor resulta más bien lejana para mucha gente, más extraña resulta la experiencia del viñador. Sin embargo, también esta imagen era querida para la tradición hebrea. El hermoso canto de la viña del amigo, que se encuentra en el libro del profeta Isaías (Is 5, 1-7), significa la estrecha relación de Dios con su pueblo. San Juan de Ávila, cuya fiesta hemos celebrado esta semana, apela a esta imagen del viñador para subrayar el amor que Dios nos muestra: «¿Quién será tan sabio que conozca el precio que vale tener Dios tal cuidado de un hombre incorporado en su Hijo como un sarmiento en una vid, para limpiarlo, corregirlo, abrigarlo, a semejanza de lo que hace un podador con la vid?» Dios se parece a un viñador. Como el viñador, Dios nos dedica tres cuidados imprescindibles: la limpieza, la corrección y el abrigo. Pero hace algo más que no puede hacer el viñador, que «ni puede hacer llover sobre la viña ni traerle el sol ni el aire cuando es menester, ni dar virtud a los sarmientos para que produzcan hijos y fruto». Dar fruto El evangelio de hoy recuerda la alegoría de Jesús y los sarmientos (Jn 15, 1-8). En ella Jesús se presenta como la verdadera vid y reconoce a su Padre como el viñador. En este contexto se repiten dos expresiones clave: «permanecer» y «dar fruto». - Permanecer en Jesús no es sólo una estrategia sociológica para fortalecer al grupo de los discípulos. Tampoco es solamente una necesidad moral para no perder el sentido de la vida. Es eso, ciertamente. Pero, sobre todo, es la primera exigencia de la fe cristológica. No se puede ser cristianos sin Cristo. - Dar fruto no es sólo una llamada pragmática a la eficacia y a la producción. Es la prueba de la vinculación íntima entre el discípulo y su Maestro, entre el creyente y el Señor, creído y aceptado como Salvador. Quien no permanece en él, afectiva y efectivamente, está condenado a la esterilidad y a la muerte. Seguramente esta afirmación es una provocación para el hombre de hoy, tan autosuficiente y autónomo. En el marco de la fe, quien se aparta de la vida, que es Jesús, no puede dar frutos de vida, por mucho que se esfuerce y multiplique. En la alegoría de la vid y los sarmientos, Jesús pronuncia otra frase escandalosa para el orgullo humano: «Sin mí no podéis hacer nada». Los creyentes en Jesucristo han dado a la sociedad los mejores frutos de paz y de fraternidad, de amor y de justicia. Sin embargo, otras personas no creyentes han contribuido también a mejorar el mundo. Entonces ¿qué significa esta frase? ¿ «Sin mí no podéis hacer nada». La fe cristiana comporta ciertamente la alegría de saberse unidos al Señor. Pero exige también «hacer» algo. La fe no es un sentimiento etéreo, ni una nostalgia, ni un mero signo social. Incluye un compromiso de vida. ¿ «Sin mí no podéis hacer nada». Este «hacer algo» está determinado por el mandamiento de Jesús, es decir por la invitación a vivir en el amor. Sus seguidores se darán a conocer por el amor que él les demostró con su vida y con su muerte. - Señor Jesús, de ti viene la savia de la vida para que demos frutos que nos distinguirán como discípulos tuyos para la gloria del Padre.

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