CORNADA DE LOBO
Ponferrrrrrradio
SI LA IGLESIA de cualquier pueblo es el conservatorio donde el pobre aprendió a cantar aunque fuera arrastrando notas y teniendo una alpargata por oreja, la radio ha sido sin ninguna duda la universidad del humilde, el universo descrito por la magia de unas voces y unos sonidos que vienen libres por el aire, nadie los ve y a ninguno se le hurtan. Además, esa radio ha sido la nodriza que meció nuestras más hirientes soledades, es la palabra de quien no tiene voces vecinas o amigas, es el pulso de la vida lejana colgado de nuestra oreja... y latiendo Mis primeros rudimentos geográficos los aprendí en el dial de un aparatón telefunken, enorme, donde aparecían escalonadas setenta o noventa ciudades importantes, las capitales europeas y también El Cairo, Trípoli o Rabat, nombres todos que eran un atlas sinóptico metido en nuestra salita o cocina para que sintiéramos el orgullo de tener al alcance de aquella ruedecilla sintonizadora los lugares y países más exóticos. Radio Luxemburgo nos parecía algo ducal y extraordinario, pero radio Varsovia era el colmo de los confines; Moscú, la repera; Helsinki, lo inexistente. Lo cierto es que colocando sobre cada rótulo de ciudad el indicador nunca aparecía un sonido de aquel lugar o emisora, sino Radio Pirenaica de la que había que huir o arriesgarse a un guantazo gris, alguna de la France o el invetable indicativo de una locutora con voz de pito escopetado que anunciaba «aquí, Radio Andorra» (y con nuestra maldad de críos, sacudíamos acto seguido el latiguillo de «la que no es puta, es zorra»; que los dioses y las interfectas nos perdonen). La capital capitalísima de la radio española es estos días Ponferrada, donde se cita lo más granado del viejo oficio y arte de casar voces, canciones y silencios sonoros, que eso es la radiofonía y la mística de las ondas, la vida sonando y el alma serenando o agitando (recuerda a Queipo y su dial convertido en paredón). No habrá nadie ya que le quite a Ponferradio su meca anual de la radiomemoria, la radiohonor y la radiohermanación. Del Olmo es quien arrastra y la gente quien responde. La radio, nuestra historia de la radio, no merece menos. Me lo decía ayer Isabel, leal oyente madrileña: «La radio y los bomberos es lo único que responde en este país, lo único que funciona».