Diario de León

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VÍRGENES de las cuevas y todos los isidros santos vaguean legítimamente en sus hornacinas benditas porque no habido que rezarles desde el surco seco ni sacarles en rogativa en estas primaveras anunciadas con secura, pero que al final nos han venido esponjadillas de chaparradas que hacen barruntar buenos frutos, buen grano y buenos mostos, dice aquí uno del sindicato de atropadores. Los labrantines, a su vez, vaguean de sanisidros y sus cofradías son fósiles, sombra y trasto de sacristía en tantos sitios donde antaño patroneaba con procesión y tamboril este arador madrileño subido a los altares. Las procesiones labradoras se hacen hoy a los santuarios de la Pac donde ninguna subvención es virgen. En las misas agrarias donde se pasa el cepillo de las limosnas no hay más cera que la que arde ni más fe que la que se baña en el pilón de las ayudas. Hay quien, incluso, sostiene que los ángeles que le hacían la tarea a san Isidro tenían que ser necesariamente agentes funcionarios de la Pac y que por ahí se empezó a incentivar la vagancia agricultora con la disculpa de ir a rezar a la sombra de un alcornoque o de un sindicato de «labraderos y ganadores». Y, entonces, los pueblos se despueblan, las tierras se abandonan, dicen que no son rentables, las cuadras se trancan, los pajaritos cantan, las nubes se levantan, que sí, que no, subevención a chaparrón. El resultado es una huída despelotada a la ciudad. Viendo el imparable, denso y macizo crecimiento urbanístico de Ponferrada, casas y casas, bloques y bloques, pisos y pisos como en literas de trece plantas, uno se pregunta de dónde saldrá tanta gente para poblar esa oferta. Crecen las ciudades a costa de sangrar sus campos y pueblos que ven jibarizados sus padrones, su natalidad y las inversiones de una política de desarrollo que sabe que en el medio rural están ya los votos contados e invariablemente repartidos porque son sólo tres, así que no hay que esforzarse en atenderlos o o ilusionarlos, pues donde crujen los resultados electorales es en las grandes ciudades en las que se focalizan inversiones y alardes. Dentro de nada, cuando el pueblo huya entero a la ciudad y venda tierras por no rentables, alguien las comprará y serán negocio picudo plantando chalets adosados como berzas en hilera.

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