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CRÉMER CONTRA CRÉMER

¿Fiesta del trabajo?

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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PUES NO. Aplicar el calificativo de fiesta a la demostración reivindicativa del trabajador, parece todavía una expresión casi injuriosa. Como el obrero, el empleado, el funcionario se echa a la calle de sus banderas, con sus músicas, con su cara de mala leche porque sigue estando seguro de que le están explotando sádicamente, no celebra ninguna fecha memorable y digna de ser anotada en sus anales, sino una fecha dramática en la cual corresponde anotar con dolor y con muy pocas esperanzas de remedio, un tiempo de reflexión. La celebración del primero de mayo, como fiesta del trabajador, no encaja en la realidad, sobre todo cuando, como en estos tiempos nuestros, estamos obligados a considerar qué clase de sociedad puede y es la nuestra que cuenta, en la Península Ibérica, con dos millones de obreros en paro forzoso y cuatro millones de desempleados fugitivos del hambre. Lo que sucede con esto de las celebraciones de festejos y saraos es que cuando estas efemérides se refieren a eventos en los cuales una de las partes contratantes, precisamente la más afortunada y fuerte, se enfrenta con el hecho teóricamente y maliciosamente festivo, cuando de lo que se trata es precisamente de todo lo contrario, sus representantes, mediante manipulaciones sagaces dan la vuelta al asunto y de ser un signo dramático y demostrativo de la gran injusticia social de la sociedad, le convierten en un festejo. Con Franco el día primero de Mayo era día de demostración de fidelidad, de demostraciones de entendimiento entre las clases sociales y de exaltación del viejo sistema de la tiranía. En la actualidad, dígase lo que se diga y mediante los artificios dialécticos que mejor convengan a los intereses de cada grupo, sucede lo mismo y en lugar de lanzarnos a la calle radicalmente convencidos de que ese puede ser el único parlamento válido para exponer y hacer valer los puntos diferenciales que no acaban de convertirse en lazos de hermandad y de solidaridad, lo que hacemos es simular concentraciones de funcionarios sindicales con sermonarios llenos de fe, esperanza y poca caridad. Y no, así seguirá el número de parados, se extenderá la mancha oscura de inmigración y los pobres serán más pobres, permitiendo que la Hacienda tolere los trucos mediante los cuales los ricos sean más ricos. El mundo globalizado no es feliz. Nos siguen engañando, nos enmascaran la verdad de la vida, que como diría Heine «no es más que un punto donde el hombre espera el amor, la gloria y la fortuna. La única que acude a la cita es la muerte. Posiblemente a los órganos creados para la defensa de los derechos de las clases más débiles hayan perdido coraje y sentimiento de clase y lo que les queda sea la esperanza de ganarnos el cielo por nuestra resignación. ¡Arriba los pobres del mundo! Sí, pero para algo más que para exhibirse por las calles!

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