Constitución
LA CANCILLER federal alemana, Angela Merkel, aprovechó su primer discurso sobre política europea en la Cámara baja del Parlamento alemán para afirmar: «Necesitamos una Constitución para asegurarnos de que la Unión Europea es efectiva». Tiene razón, pues para lo que no la necesitamos es para asegurarnos de que la Unión Europea no es efectiva. Sin abandonar ese orden de cosas, subrayó: «Tenemos que pensar en cómo transformar la Constitución en un éxito», algo que también tiene su asunto, al disipar cualquier duda que se pudiera abrigar en cuanto a que la Constitución es, ha sido y está siendo un fracaso. Puestos así los puntos sobre las íes, puede que lo mejor fuese enterrar definitivamente ese cadáver político o inutilidad institucional que es el tratado constitucional que se le encargó a Valery Giscard d'Estaing, como si fuera capaz de encaramarse sobre sus propias ilusiones e inventarse sus virtudes para una tarea abrumadoramente ajena a todos sus méritos. Y lo mejor para semejante y tan definitivo funeral sería que la Comisión y el Parlamento de la Unión Europea se pusieran a trabajar como lo han hecho siempre, es decir, como si no tuvieran constitución, tratado constitucional ni cosa parecida que llevarse a la boca. Es la danza que mejor les sale. Una constitución es un documento que se refiere a un proceso de cosas que de alguna manera se puede dar por satisfecho hasta el punto de someter a reglamento los efectos y las consecuencias de un experimento que se quiere dar por cristalizado. Pero en la Unión Europea lo que menos se puede dar por cristalizado es la propia Unión Europea. Se trata, para empezar, de una unión que aún no sabe a qué carta quedarse, pues acaba de decir que no a la incorporación de Serbia, tiene dudas sobre la de Bulgaria y Rumanía, e ignora el modo de dejar de tentarse la ropa respecto a Turquía. Si a eso se añade el hecho de que la minoría del no al tratado constitucional ha mandado al limbo a la mayoría del sí, puede quedar bastante claro que la Unión debería retrasar cualquier matrimonio consigo misma hasta el momento en que tenga bien claro con quién y para qué se quiere casar. E ir ahorrando mientras tanto, que lo va a necesitar.