Diario de León

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CHUTE de asnabolizante, jeringuillazo de epozí, transfusión de mayonesa en vena... guerra al cuerpo que pide guerra. Y ahora viene este perplejo país -en Francia nos recargan la suerte y redoblan el puyazo- llamándose a escándalo y a reprobación con anatema fulminante: el ciclismo está podrido. Ya, ¿y quién no? El ciclismo se dopa, que es la forma inglesa de decir «se droga». Aquí decimos dopar para aplicar este término farieseo cuando nos interesa disculpar, venializar o mirar para otro lado. Para seguir entendiéndonos, digamos siempre y claramente drogar, pues droga es y drogarse lo que hacen... lo que hacemos. Porque a todo lo tuyo con esos cinco cafeses al día, con la estimulina, las pastillas, los esteroideos, el tranquilizante, los complejos vitamínicos, el regulón de las grasas, el energuntún memoria, la farmacopea disparatada de tu mesita, la copita, el optalidón en bocata, las dextroanfetaminas, los metilfenifatos, ansiolíticos, fenobarbitales y todo ese resto embarullado que guardas en la taquilla del cuarto de baño, ¿como lo llamamos?... ¿medicinas?... Las gestas del pedaleo o la ascensión al Tourmalet ya no deberían tener nombre de ciclista o campeón, sino de un laboratorio o de ese taumatúrgico curandero de pelotón que en la habitación de un hotel hace conjuros de pócimas y enjuagues de plasma en la caldera de los milagros como si fuera un chamán de la amazonía química, el druída de las fuerzas ocultas al que tienen escondido en lo más profundo del bosque de las mentiras. De todo lo cual se deduce que drogarse es universal y cada cual lo está haciendo en su medida, posibilidades o dependencia (¿no me drogo yo si bebo, fumo o petardeo?) y sólo ciertas cantidades o sustancias se dice ahora que son delito. Toda esa pontinguería hoy prohibida fue ayer de uso normalizado en los pelotones... y en los equipos del patadón, de la pelota grande o de tenis, de la natación o el salto de longitud. Lo que está al lado de la nutrición básica podría considerarse estimulante, propina, energía añadida, droga pura. Al menos antes se tenía más claro el conceto , sin tanta hipocresía. En Aranda de Duero, frente a su flamante casa de cultura, resiste un viejo establecimiento con su antigua rotulación en el frontis: «Almacén de drogas». Después se dijo droguería. ¿Y ahora dopería?...

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