A LA ÚLTIMA
Paradojas
MIENTRAS nosotros nos felicitamos por lo bien que funcionan nuestras fuerzas de seguridad, las mafias internacionales al parecer se felicitan por la impunidad de que gozan en España. Es la lamentable paradoja de nuestra seguridad. Los éxitos policiales contra ETA nos han llenado de justa satisfacción, pero no nos han dejado ver el agujero negro de la delincuencia internacional que crecía entre nosotros. Ahora nos hemos dado de narices con el problema. No quisimos verlo cuando se tildaba a nuestro país de paraíso para el dinero negro (algo que viene de los años ochenta). Era dinero que se invertía en España y que de algún modo era bienvenido. Pero hoy nos encontramos con la faz más dura de esas permisividades. Los delincuentes que ahora nos llegan (del Este europeo, por ejemplo) ya no traen dinero, sino armas para cometer atracos o asaltar casas o polígonos industriales. Y lo hacen a cara de perro, con una violencia sin precedentes en nuestra sorprendida y confiada sociedad, progresivamente democrática y abierta. Como siempre, el mal se detecta pronto y se reacciona tarde. Y esto ha ocurrido ahora de nuevo. Precipitadamente se aumentan las dotaciones de guardias civiles y se toman medidas para atajar el mal. Pero el mal es mayor del previsto, como se irá viendo. Porque las organizaciones delictivas ya han aprendido a jugar en el marco legal español y se bandean con facilidad en los entresijos jurídicos, sorteando toda clase de obstáculos o dificultades. Y es que no estamos ante chorizos sin cualificación profesional. Por desgracia, estamos ante ex policías kosovares, ante ex militares búlgaros o rumanos, es decir, ante gentes que, en algunos casos, simplemente se han cambiado de bando, y saben cómo hacerlo y cómo burlar a quienes los persiguen. Por eso la respuesta que se necesita -la que debemos dar- requiere de un aumento de las plantillas policiales y de investigación, pero también de un endurecimiento de las leyes de represión que al parecer se han rebelado fáciles de sortear. Sin medias tintas. Porque el efecto llamada está en marcha. Y debe ser atajado con energía. Para que podamos seguir felicitándonos por el funcionamiento de nuestros cuerpos y fuerzas de seguridad.