Diario de León
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CARLOS G. REIGOSA
León

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EN AMPLIOS sectores del Partido Popular (dirigentes incluidos) fluye la idea de que José Luis Rodríguez Zapatero los quiere empujar hacia el abismo, sin importarle que en ese empeño también él acabe por acercarse demasiado al borde. Es una idea que existe, que tiene argumentación, pero que yo no comparto, porque creo que el presidente del Gobierno actúa impulsado por un profundo y legítimo convencimiento político, aunque el resultado sea que el PP se sienta (también legítimamente) propulsado hacia el espacio exterior. Personalmente, considero que lo preocupante no es ese desencuentro político (no deseable, pero también legítimo) sino la tendencia del presidente a hacer experimentos no siempre suficientemente explicados a la sociedad, algo que levanta ampollas y produce temores incluso en su partido, sobre todo entre veteranos dirigentes que, como Felipe González, dicen no identificar con claridad la política territorial del Ejecutivo de Zapatero. Es en este ámbito donde se detectan esas situaciones manifiestamente mejorables. Decía Eugenio D'Ors, en frase que hizo fortuna, que «los experimentos, con gaseosa». Es decir, no con ETA, ni con los Estatutos, ni con la seguridad ciudadana, ni con la política de inmigración. Sin embargo, también esa manida frase debe admitir límites más o menos excepcionales, de modo que no todos los experimentos tengan que ser con gaseosa. Y esto lo digo, no para animar a Rodríguez Zapatero a hacer más (que no es el caso), sino para animar al PP a no rechazarlos todos. Porque decir de Zapatero que «es increíble que sea presidente: sólo un cantamañanas cambia de posición» (respecto de Batasuna), como ha hecho Rajoy, no resuelve la situación ni mejora las posibilidades de acuerdo. Como tampoco mejora las cosas esa «funesta manía» del presidente de darle sorpresas -a veces auténticos sustos- al Partido Popular, que a su vez tiene la «funesta manía» de sentirse siempre traicionado. Así no crecerá la confianza necesaria entre ambos partidos. Y esto es de lo que finalmente se les podrá acusar y culpar. No es normal la dificultad con la que alcanzan un acuerdo y la facilidad y rapidez con que lo violentan, incumplen o rompen. Algún día llegará la hora de las responsabilidades. Al tiempo.

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