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TODO lo yanqui manda en nuestros gustos y reflujos sociológicos, pero lo catalán patronea en nuestros procederes y copiares. Si allí tal, aquí cual. Y en Cataluña habilitan ahora un catapún de millones para escribir definitivamente (?) su historia. Atenta, pues, la compañía: tocan a reparto, hay tela larga. La cosa es correcta. Para saber a dónde se va es fundamental conocer de dónde se viene. Y aquí es donde están y se personan los historiadores. A rebatina tocan. Y a desenterrar lo mal enterrado o lo que conviene exhumar... y a enterrar lo que no convenga. Pónganse en fila los historiadores. Sí, pero quienes, cuántos, por qué. La historia es demasiado importante como para dejarla sólo en manos de historiadores. La historia es demasiado explosiva como para dejarla sólo en manos de quien paga y ocupa el trono, que nunca está dispuesto a verdades puras, sino noticias de orgullo y exaltaciones. La historia es un arma cargada de pasado, lo mismo que la poesía se carga de futuro. La cuestión es cómo se repartirán los ochocientos o más millones de leandras que destinará la Generalidad a conjugar y ensalzar el honrosísimo pasado catalán, la memoria larga... y la corta, que es memoria recortada con cañones que aún humean y piden prórroga. Se sospecha sin aplicar mucha malicia picuda a la conjetura que esos dineros históricos tienen ya consignada su principal propina a quienes hicieron allí cuerpo y trinchera a fin de lograr la devolución del archivo de Salamanca, los que editan exclusivamente en catalán y quienes chupan a rosca lo que se mande chupar a rosca. Y a reescribir. Ahí le duele. En ello se goza. Así que se perderá una ocasión histórica de probar si era cierto lo de Bertrand Russell que repito hasta el vómito: «Los países no cambiarán hasta que los profesores de Historia sean extranjeros». Buena oportunidad parece esta. Pero como se entiende que no apliquen la conseja del pensador universal porque algo habrá que pagar a quien con tanta lealtad y terquedad se mostró con los objetivos catalanistas, se sugiere al respecto que no es absolutamente necesario que todos sean extranjeros, sino mitad y mitad. En los archivos de Génova, Toulouse o El Cairo hay también historia catalana durmiendo o ignorándose. Que les inviten.... ¡Por los cojones!