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EL PULSO Y LA CRUZ

Disfrutar de lo que esperamos

Publicado por
ANTONIO TROBAJO
León

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MAÑANA es la solemnidad de la Santísima Trinidad, fiesta que es, de alguna manera, como un eco y una síntesis del Amor de donación pascual de Cristo. La celebración no es tanto de una verdad abstracta e inabarcable, cuanto de una realidad de vida y de unidad, que sostiene la fe y mueve a la adoración. Estamos en lo más nuclear del misterio de Dios, Uno y Trino: es con su Amor la fuente de la existencia, la evolución y la plenitud final. En este día podemos disfrutar, ya por adelantado, de lo que esperamos. Por ello, con buen criterio, desde hace unos años se ha situado en este domingo la Jornada a favor de la Vida Contemplativa, de los conventos de clausura. O sea, de aquellos hombres y mujeres que se retiran del mundo para rezar por nosotros. Por eso a esta Jornada se la llama «Pro Orantibus», por los que interceden por nosotros. Sepan que en nuestras diócesis de Astorga y León actualmente sólo hay un monasterio masculino, en Rabanal del Camino, después de una pujante vida cenobítica de monjes hasta la desamortización de la primera mitad del siglo XIX. Los femeninos son doce en León y nueve en Astorga. Es de justicia. Esta sección tiene por costumbre, y es una forma elemental de agradecimiento, levantar acta del fallecimiento de nuestros sacerdotes. ¡Qué menos! La última temporada, sin pretenderlo, hemos abandonado este menester. Aunque sea con retraso, déjenme que recupere la memoria. En este caso, la de la diócesis de Astorga, pero ofrecida como un presente fraterno también a la de León. Que en el fondo el asunto de la incardinación (perdonen: la adscripción de un clérigo a una diócesis) tiene sus limitaciones. Se fueron a disfrutar de lo que esperaron. Comencemos. D. Nicasio Martínez Pérez se fue el día 6 de abril. Había nacido en San Pedro de Ceque (Zamora) en 1928. Ordenado sacerdote en 1954, la mayor parte de su vida estuvo dedicada a cargos de responsabilidad en diferentes instituciones educativas, entre ellas los Seminarios de Las Ermitas (en Orense), de La Bañeza y del mismo Astorga. También hizo su intento de servicio a las misiones, en Guinea Ecuatorial, de donde le apartó su salud precaria. Durante su estancia en El Bierzo, trabajó por desplegar velas al Espíritu, en la Renovación Carismática, y por suscitar semillas de vocación al sacerdocio y a la vida consagrada, lo que era una de sus obsesiones. Los últimos años los pasó en la Residencia de Mayores «Sagrada Familia» de Villardeciervos de Carballeda, sirviendo pastoralmente a los residentes y a las Hijas de la Caridad que los atienden. Alguien ha escrito de él algo muy sencillo y muy hondo: «Realmente quería el bien de los demás». El día 17 de abril, Lunes de Pascua, el Señor Resucitado le salió al encuentro a D. Juan Busnadiego Alonso, natural de Molinaferrera, en Maragatería, de 86 años de edad, que fue fraile benedictino y se incorporó a la diócesis en 1973. Fue párroco de algunas comunidades de la Somoza, de donde llegó a ser arcipreste. Ya jubilado, Fray Ofilón (le gustaba que le llamaran por su nombre en religión) vivió en la Residencia Sacerdotal. Tenía una especial sensibilidad para las celebraciones litúrgicas y era muy devoto del Santísimo Sacramento de la Eucaristía, que adoraba expuesto en la capilla del Monasterio de Sancti Spiritus, a donde acudía todos los días después de sus obligados paseos por la muralla astorgana. El día 9 de mayo fallecía en Vitoria D. Florencio Domínguez Vásquez, nacido en 1922 en Sotelo (San Martín de Manzaneda, en Orense) y ordenado sacerdote en 1946. Comenzó siendo capellán y profesor en el Seminario de Las Ermitas, pero pronto pasó a misiones parroquiales, primero en Cesures, en la zona del Barco de Valdeorras, y más tarde en Magaz de Arriba y cercanías, en el Bierzo. Su falta de salud, que le retrajo de muchos encuentros, acabó por conducirle a una temprana jubilación; manos familiares cuidaron de él en la capital vascongada hasta su muerte. Tres historias diferentes en muchos aspectos, pero coincidentes en lo fundamental: cada uno, con sus peculiaridades, fue un don que el amor de Dios hizo a la Iglesia que camina en Astorga. Así de rápido y así de sublime. Descansen en paz estos fieles servidores. Y que su semilla estalle en nuevas espigas.