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«Ahora estoy en Babia»

Antonia Díez celebra hoy sus cien años mientras recuerda su juventud viajera y sus años en la montaña oriental leonesa, una larga vida que es incapaz de condensar

Jesús

Publicado por
A. Calvo - león
León

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«No me viene a la cabeza todo lo que a mí me surgió, no tengo por dónde empezar porque no tengo dónde terminar. El cerebro me patina y se me olvidan muchas cosas. Eso me da mucho coraje, ahora estoy en Babia». Así se presenta Antonia Díez, centenaria desde hoy. Aunque pequeña de tamaño, posee un fuerte carácter labrado durante una larga vida marcada por la escasez. No recuerda muy bien las fechas ni las edades, pero sí es consciente de que viajó mucho y que conoció a mucha gente interesante durante su estancia en ciudades y pueblos. Cuando tan solo tenía 8 años, una hermana de su madre se la llevó a Madrid. Allí comenzó a trabajar «sirviendo y haciendo recados», pero gracias a su madrina pudo asistir al colegio, aunque lo que a ella siempre le gustó fueron los trabajos artísticos. «Dibujar se me daba muy bien», agrega. En la montaña oriental leonesa, sin embargo, ha transcurrido la mayor parte de su vida, en una pequeña casa con techo de paja y cuelmo. El piso estaba asfaltado con grandes losas de piedra mal distribuidas, «pero muy limpias», y en la parte superior de la vivienda, el jergón donde dormía Antonia, también de paja. Durante el día, «atizaba constantemente la hornicha para aislar la casa del frío y para poder tener sobre las brasas un pucherín con café caliente», comenta la centenaria sobre su vida en La Uña. «Yo no me casé porque no me dio la gana», asegura Antonia Díez abriendo los ojillos y con una sonrisa pícara. Apunta que ella tuvo que trabajar duramente para poder cuidar a sus padres y que sólo tuvo una historia de amor con un joven asturiano con el que se carteaba. Pero la vida no les llevó por el mismo camino. Su madre, Isidora, era modista, y de ella aprendió todo lo necesario para poder hacer los remiendos a la ropa de los guardias civiles que se instalaron en su pueblo durante la Guerra Civil. Su padre, Rafael, era «un real obrero, porque era un infeliz que hacía trabajos poco más o menos, pero siempre ocupado en algo». Por ellos regresó a La Uña y nunca más volvió a vivir en ningún otro sitio. Después, tan solo el día de San Antonio, el día de su cumpleaños, llamaba al taxista de Burón para que la acercara hasta León. En la capital comía, visitaba a algún familiar y después regresaba a acompañar a sus padres. «Éste siempre ha sido mi día», señala Antonia. Ahora como siempre, continúa protegiendo sus pies del frío y de las manías. En verano y en invierno calza unos calcetines de lana a modo de patucos. A Antonia no le importa eso de presumir: «Me gusta exhibir mi valor, que vean que soy capaz de hacer esto o lo otro, para que aprendan los demás, pero nunca he sido nada presumida». Ahora ya no le queda ningún familiar directo, sólo una prima que está en una residencia municipal de León a la que antes iba a ver. Guillermo Higelmo es la única persona que la visita, se conocieron cuando él era sacerdote en La Uña y ahora, todas las semanas, se acerca hasta Santa Luisa para charlar con ella y ver cómo sigue cumpliendo años. Hoy, la residencia de ancianos en la que vive le ha organizado una serie de actos para celebrar los cien años de vida de Antonia. Además, la Diputación de León le entregará una placa, unas flores y un pequeño detalle por su cumpleaños. «Hasta ciento viví, y lo demás... ya se verá», remata esta centenaria antes de enviar un saludo «muy cariñoso» a todos sus vecinos de La Uña. Desde la capital leonesa añora su montaña, aquella a la que iba a recoger flores medicinales y por la que le encantaba dar largos paseos. Fecha de nacimiento: 13 de junio de 1906. Lugar: La Uña. Residencia actual: Residencia de Mayores Santa Luisa.