CRÉMER CONTRA CRÉMER
La plaza de la Inmaculada
NO SÉ LO que al final será de este pleito en marcha de la leonesa plaza de la Inmaculada y sus presuntos aparcamientos. Junto con el poblado de Villaquilambre, aunque naturalmente por diferente causa o razón respecto a la plaza, resultan los dos enclaves de la geografía semi urbana de León, más activos, más debatidos y con más complicaciones en la perseguida solución de los contratiempos. Porque en el fondo, todo es según el resultado de la pugna entre dos fuerzas que aspiran a ejercer el poder de modo absoluto. Por la plaza de la Inmaculada quebraron lanzas los caballeros andantes más fogosos de la cristiandad y hasta que el Juzgado, como sumo hacedor, no pronunció la penúltima palabra, todo estaba como prendido de un hilo. Llegó el señor juez y por si los peticionarios para la reforma del compuesto urbano tenía o no tenía «licencia ambiental», decidió suspender cautelarmente las obras ya dispuestas para comenzar a horadar la tierra y construir una nueva catacumba en uno de los lugares urbanísticamente más correctos y más sensibles del cuerpo ciudadano. Naturalmente que también nosotros tenemos nuestra opinión al respecto y que aguardamos la oportunidad para expresar nuestros reparos si les hubiera, pero en tanto, la Concejalía de Urbanismo del Ayuntamiento de la capital leonesa tendrá que respetar la decisión judicial y esperar a que se sosieguen todas las partes para llevar a cabo lo que en definitiva convenga a la ciudad. Porque a lo que todos debiéramos atenernos no es a sostenella y no enmendalla, sino a estudiar con serenidad e imparcialidad todas las partes del problema y aceptar solamente aquella solución que mejor encaje con las necesidades de la ciudad, (¡ay! y éstas son tan abundantes). Es el caso de que en esta ocasión, como suele suceder siempre desde hace algún tiempo, cualquier problema que pudiera surgir, se encona por culpa de su politización, y así en este caso grupos pertenecientes al partido socialista y a la Unión del Pueblo Leonés, acaudillaron la contraria y levantaron estandarte de rivalidad. Pese a todas las contrariedades que puedan surgir, y solamente mantenidos en nuestras trece por instinto, pensamos que acabará por construirse el aparcamiento previsto, respetándose naturalmente, en todo lo posible, aquellos signos urbanísticos más adecuados para que la plaza continúe siendo un motivo urbano de expectación. Lo que no acabamos de entender, sin duda debido a nuestra notoria ignorancia en la mayor parte de los temas que nos corresponde esclarecer, es la extraña, misteriosa y confundidora circunstancia de que antes, mucho antes de que se hiciera pública la decisión de adjudicar la obra de la céntrica plaza de la Inmaculada a quien aparece ahora como concesionario, ya antes, digo, mucho antes, se conocía en la capital leonesa a quien había de serle concedida la realización y ejecución de la obra en general o del párking en particular. ¿Clarividencia o arbitrismo municipal? Y es que, sea lo que deba ser de la discutidísima plaza, la pela es la pela.