El mayor ser vivo mide 8 kilómetros y tiene más de 100.000 años de edad
Un equipo internacional de científicos ha encontrado en la isla de Formentera el que puede ser el ser vivo más grande del planeta. Se trata de un alga posidonia que mide 8 kilómetros de longitud y tiene más de 100.000 años de edad y ha podido determinarse utilizando marcadores genéticos, ya que está entrelazada con muchas especies. El descubrimiento se enmarca en el proyecto «Conservación de praderas submarinas», patrocinado por la Fundación BBVA y en la que participan el Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), así como investigadores de Portugal, el Caribe, Estados Unidos y diversas universidades internacionales. Según ha explicado Carlos Duarte (CSIC), este fenómeno hace sospechar que sea más frecuente de lo que se pensaba porque también se han encontrado en Alicante, Chipre y Sicilia praderas subacuáticas de posidonia de grandes dimensiones aunque inferiores a la de Formentera, que crece en una superficie de 700 kilómetros cuadrados. Duarte aprovechó la ocasión para denunciar la situación por la que atraviesa la posidonia en el Mediterráneo, de la que se calcula ocupa alrededor de 50.000 kilómetros cuadrados (unos 3.000 en Baleares) aunque, según los expertos, pierde al año el cinco por ciento de su superficie, tres puntos más que en el resto de los mares. En el proyecto también se investiga sobre las principales amenazas que llevan a la degradación a esta especie oceánica. El cambio climático, con el consiguiente aumento de la temperatura y el nivel de los mares está provocando, en el primer caso, un estrés fisiológico que provoca su mortalidad, y la pérdida de ejemplares por erosión submarina, en el segundo. A ello hay que añadir, el turismo, las anclas de los barcos, la pesca y la introducción de especies de algas invasoras, y el problema de que su crecimiento es muy lento (unos dos centímetros al año). La posidonia crece hasta una profundidad de unos 40 metros y desempeña un papel muy importante en la conservación de los ecosistemas, al ser el hábitat de más de 300 especies. Se estudia además su poder de absorción de CO 2 , calculándose que asciende a 500.000 toneladas al año. Tiene, además, gran capacidad para filtrar partículas en suspensión contribuyendo a depurar el agua y a acelerar el proceso regenerativo (sedimentación) de las playas. Por eso, la pérdida de este tipo de praderas tiene consecuencias irreversibles para la biodiversidad y su recuperación necesita de varios cientos de años.