Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

¿S'ha pasao don Mariano?

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VICTORIANO CRÉMER
León

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LA PREGUNTA está siendo analizada en los laboratorios más exigentes de la gran política española: «¿S'ha pasao Don Mariano cuando, encolerizado, declaró que desde este mismo punto y hora quedaban rotas todas, absolutamente todas las relaciones entre el Partido Popular de su mando y el otro partido capitaneado por Zapatero?» La acción es grave, muy grave, dado que, según dice el señor Rubalcaba, el caso no es una mera anécdota, sino que alcanza la categoría de una acción de Estado. ¿De qué Estado? Aunque eso no se aclara en el debate, parece ser que se trata del Estado que el presidente del Gobierno pretende descubrir e imponer, así que se esclarezcan algunos malentendidos. Porque se trataba de malentendidos ¿no? y en ningún caso de un modo como otro cualquiera de asaltar las defensas del poder. Don Mariano Rajoy solicitaba, pedía, demandaba, rogaba casi con lágrimas que se le trasladaran algunas de las decisiones que el Gobierno se disponía a tomar, relacionadas con las relaciones eróticas con Batasuna, con ETA y con los terroristas anónimos que andan por el mar y monte solos. Y el Gobierno, inspirado en la doctrina del señor Zapatero, parecía no estar demasiado dispuesto a descubrir sus cartas y con argucias de gitano en ferias intentaba escurrir el bulto y dejar a la santa y paciente oposición con las ganas de enterarse de algún detalle que pudiera servirle para el mejor modo de colaboración. Como a lo que se supone, desde la ignorancia popular, a la cual estamos adscritos, el juego del ratón ye l gato no era debidamente entendido por el señor Rajoy, éste montó en cólera y como el bíblico Castelar, comenzó su discurso con aquello de «Grande es el Dios del Sinaí», para llegar a la conclusión que por muy trascendente que fueran las promesas del señor Zapatero, nunca serían lo suficientemente veraces como para aceptarlas como artículos de fe, cansado ya de sentirse más o menos toreado, produjo el más grave suceso político que recuerdan los antiguos. Se produjo la catástrofe y se devolvieron las cartas de amor y el rosario de la abuela. Hasta que, como sucede siempre en política, donde se dijo Diego debió decirse digo, y se tiraron los tejos del arreglo para alcanzar el consenso, tan necesario para la conquista de la paz, la anulación total de la influencia de los terroristas y el abrazo de Vergara, que vuelva a dar ocasión par que la guerra (como aquella entre Carlistas e Isabelinos) desaparezca de nuestras pantallas. Y el buen pueblo descansa alegre y confiado una vez más, olvidando ese registro político, tan en boga en los Parlamentos monárquicos y democráticos, en los que los «jabalíes» (los Serrano, los Balbontín, ejercían de censores a tumba abierta). Y es que la actual situación política de España, no nos permite el lujo de soportar censura de jabalíes ni para la conquista de la paz, ni para nada. Claro que al final de la gran bronca nacional, todo volverá a ser lo que era antes del pacto, en el pacto y después del pacto.

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