Diario de León

EL PULSO Y LA CRUZ

La podemos formar parda

Publicado por
ANTONIO TROBAJO
León

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Hoy es la fiesta de San Juan, de su nacimiento. Cuando llega el Precursor es que el Señor está cerca. Eso es lo importante. Después -y antes- vendrán los adornos. Que si el solsticio de verano, que si el comienzo o el final de la cosecha, según dónde, que si los ritos del estío que comienza, que si las hogueras de medianoche espantajos de maleficios... Hoy, en una cultura sin raíces, todo se reduce a poner lo lúdico en el candelero sin referencia a los orígenes que lo pueden sustentar. Es tiempo de las fiestas de la capital y de otros muchos lugares, del éxito de Shakira o de Estopa, de la montaña rusa, de tardes de toros y de cervezas, y más, hasta que amanezca. Ya está. Podemos irnos a descansar tranquilos. Todo está cumplido. ¡Ah! ¿Y mañana? Está escrito: no os preocupe el mañana; cada día trae su propio afán. Que está en el Evangelio, pero no creo que lo conozcan los postmodernos. La diferencia está en el sentido que en uno tiene y que otros le dan. Ahora se trata de vivir con el máximo de placer y el mínimo de exigencia. A ello vamos. Y ahí, es decir, en nuestra cultura dominante, no hay sitio para el natalicio de San Juan (ahora son las águilas romanas las que nacen), pero tampoco para el solsticio de verano. O sea, que vive y deja vivir. Y vive deprisa. Y hasta muere joven; al menos tendrás un cadáver bonito. Con esta atmósfera cultural y social no les extrañe que las cosas estén como están. Una vez más está claro que el cristiano es alguien que tiene que navegar contra corriente. Lo decía G. K. Chesterton, el gran pensador y literato inglés convertido al catolicismo a los 48 años: «Cada época se salvará por medio de aquellos que se oponen a ella». Después de todo, es un consuelo. ¿A que sí? Les prometimos en la entrega anterior, víspera del Corpus, escribir algo más sobre el Día de Caridad y sobre la labor de la institución eclesial de Cáritas. Lo hacíamos sin saber -problemas de no estar en plantilla- que ese mismo día la periodista Ana Gaitero iba a dedicar la sección «A fondo» de este periódico a la labor de Cáritas Diocesana de León. Fueron dos páginas espléndidas. Gracias y enhorabuena, Ana. Siento que eso mismo no se hiciera -todo tiene su justificación- con la Cáritas Diocesana de Astorga, que -repito lo que en otras ocasiones he dicho y escrito- lleva muchos decenios siendo modélica en su funcionamiento, en la creatividad de sus iniciativas y en la excelencia de sus obras. Brindo a alguien de este medio que tienen en sus manos, la sugerencia de que, algún día, nos ofrezca la labor que ha realizado y realiza en toda la geografía diocesana la institución por la que la diócesis asturicense comunica sus bienes, promociona a las personas y comarcas, y trabaja por la justicia. Pero vayamos a los «peros», que son muy nuestros. El balance que se nos ha ofrecido y se nos pueda presentar es admirable, pero también deja al descubierto nuestra tacañería. ¿Que no? Cáritas de León ha editado un precioso folleto que hace memoria de su labor. Cuando detalla los ingresos con que cuenta la institución se nos hace saber que, directamente de nuestros bolsillos, han salido unos 170.000 euros durante el año 2005. O sea, unos 28 millones de pesetas. Parece cantidad respetable. Parece. ¿Saben a cuánto toca cada ciudadano de la diócesis? Convengamos en que somos unos 300.000. Echadas las cuentas, resulta que cada uno hemos aportado a esta labor encomiable de Cáritas la «friolera» de 93 pesetas. Que parecen algo. Redúzcanlas a euros y se encontrarán con que nuestra aportación a Cáritas diocesana de León durante el año pasado fue de 56 céntimos de euro por barba. La mitad de lo que nos cobran por un café o casi. Sin comentarios, ¿verdad? Bueno, pues a pesar de todo, las personas que colaboran en Cáritas han conseguido llegar a vendar heridas en muchos submundos: transeúntes, emigrantes, desempleados, reclusos, toxicómanos, mujeres en riesgo de exclusión... Mientras sea así, todavía tendremos una gatera para pensar que no todo está perdido. Que además es verdad. ¿Saben por qué? Por algo tan sencillo como que el timón de la historia, la grande y la pequeña, lo maneja el Aliento de Dios, que de avatares sabe un rato. No obstante, no se duerman en esa seguridad, que todavía la podemos formar parda. Somos así.

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