Diario de León

Creado:

Actualizado:

PINTAN bastos hechos de cera de la que arde para los vinos europeos y se han cansado en Bruselas de subvencionarlo para que se quede en la bodega durmiendo el sueño del panzapego subsidiado. Dicen que a nuestros vinos cazurros no les afectará la medida (a lo que el resabiado lugareño hecho de adobe, vilortas y maldiciones contesta con un ¡mala señal!). En el principio fue el verbo arrancar; se levantaron cepas y segaron olivos entre gritos de papel y los cabreos con gaseosa de aquella primera España que negociaba algo novicia y lega su inicial presencia en la comunidad europea. Después vino la gracia de replantar; llegaron nuevas comarcas con denominación de origen, la excelencia, los caldos divinos de la muerte con mandato de copiarse unos a otros, la cultura del vino pijo y caro, el catapún de nuevas viñas, majuelos o varcillares... ayuda mediante, claro está, grasa oficial al buje de la rueda de este carro que empezó siendo chillón y hoy tiene llantas de goma, ballestas de amortiguación y aire acondicionado. Pero mandarán otra vez arrancar cepas, desacelerar... y el que quiera viñas, que doble el costillar mojando el culo con agua de peruco... y sin paraguas europeo. Sobra vino. ¿Vendrá de nuevo alguien con un plan redentor para convertirlo en alcohol industrial o vinagre para salvar los trastos?... Conocí los tiempos en que un chato de clarete (¿qué es eso de rosado?) costaba una peseta con cincuenta céntimos en el «Dos de mayo» y te daban además de tapa un callo enfurecido, o sea, picante como avispa. Doscientas, trescientas y más te aprietan hoy por un vino en cristal y no de bocoy. ¿Y dónde encuentras hoy aquel clarete de la tierra que estaba convenientemente madreado y salía como rubí luminoso cargado de chispa y aguja para aguzarte el verbo sin atormentar al tarro ni a la parroquia?... Aquel vino humilde, joven, del año, honrado, fresco, pecosillo de burbuja... ya no existe. No es posible hoy aquel caldo nacido de unas viñas familiares en las que junto a la uva dominante había algunos surcos de tempranillo, blanca malvar, jerez o garnacha... y todas juntas se casaban en el mismo lagar. Era vino honesto para el almuerzo de las diez, la comida obrera y los diez chatos de la tarde conversada en peña. Que lo resuciten, por babor... y por estribor.

tracking