El paisanaje
Urgencias, prohibido aparcar
LOS QUE SOMOS de pueblo y no de piso sólo bajamos a la capital en fechas muy señaladas. A saber, una vez por mayo cuando parece que La Cultural va a ascender a primera, donde el estadio del abuelo Amilivia, y varias veces a diario cuando te ingresan a un pariente en los hospitales. En ambos casos aparcar resulta un asunto grave, con la única diferencia que lo de los once del pelotón no tiene arreglo y, por el contrario, en el hospital suelen librar once de cada cien de los nuestros, en el peor de los casos. En ninguno de los dos complejos, ni en el deportivo ni en el de la salud, han puesto aparcamiento y van ya para tres alcaldes, o más, que nos los prometieron. Se anuncia estos días en el BOE un concurso para construir el parking de los hospitales de León. Viene el proyecto con retraso de una década, aunque nunca es tarde si la dicha es buena, y a lo grande: 30 millones de euros de presupuesto (5.000 millones de las difuntas pesetas), plazas en semisótano y plantas baja, primera y segunda, a mayores de una zona comercial por encima para hoteles, cafeterías donde se pueda fumar, tiendas de bombones, de flores -rosas para las parturientas de luna llena y crisantemos para cuando hay que tocar madera- de forma que allí todo el mundo va a quedar cómodamente a cubierto de los avatares de esta vida, donde los vivos se matan por aparcar y los muertos se desviven pagando un contrato por anticipado con la compañía de seguros de tumbas «La Iguala» por una parcela igual de subterránea, cara y no mucho más espaciosa en el cementerio, que, bien mirado, viene a ser como el desguace final. El Ayuntamiento y el resto de las administraciones públicas que componen el equipo quirúrgico-urbanístico del futuro parking del hospital leonés ha decidido cortar por lo sano y poner remedio al mal crónico de cómo aparcar y que llegues a tiempo, pongamos por ejemplo de que te curen una apendicitis. Las listas de espera son tan largas, sin exagerar, puertas afuera como puertas adentro de los quirófanos, de modo que pacientes y parientes casi siempre llegan in extremis . Esto no es ninguna broma demagógica y un servidor puede demostrar que para operar a mi señora de un pie le dieron cita para nueve meses, como si estuviera de lo otro y sin percatarse en los análisis de que andaba menopáusica. Pero el problema es que falta todavía por operar el segundo pie, que, mientras tanto, sigue creciendo, y no le toca hasta el año de la nana. Le ha dicho el fisioterapeuta que se suba a la escalera para que se le note menos. A lo que íbamos, esto se va arreglar, según el BOE. Pero como nada sale bien del todo en esta vida pone también el diario oficial que el multimillonario parking no podrá estar acabado hasta antes del verano del 2010. Con lo cual, si mi mujer no está ya para muchos trotes, yo he encargado también sendas muletas a Camilo, el veterano zapatero -prótesis y plantillas de toda confianza, como siempre- que nunca falla y nos ha desaconsejado una escalera a dúo para la vejez. «Si veis que la cosa no funciona», dijo, «subís y bajais por una cuerda como Tarzán, que es barato, práctico, ecológico y más rápido que la Seguridad Social, porque de lo demás no respondo». Viendo el otro día el partido de los mundiales le dije yo a la que tenía a mi lado en la escena del sofá, los dos con las extremidades inferiores dulcemente reclinadas: «iban uno a cero y ahora ganamos tres a uno, aunque sea en el último minuto de la segunda parte, así que anímate, chati, porque también tú y yo triunfaremos en la tercera edad de los pies y de lo que haga falta». Por pudor no quiero escribir lo que ella me dijo, miranto alternativamente a mí y al BOE, salvo no sé qué de que no tenía tiempo. A lo mejor es que tiene hora en el hospital para un año de estos. Y quien dice ella dice también el Inteco, el AVE, la «ciudad de la energía» de Ponferrada, las azucareras en reconversión, los planes Miner, el paso a nivel del Crucero, la morralla alternativa del cultivo de colza para biodiesel -qué tragos de aceite antiguos y amargos- el peaje de las autopistas de Oviedo y Astorga, etcétera, todo para dentro de cuatro años. Pensándolo bien en lo de cómo encontrar plaza en los hospitales lo prudente es no necesitar ni médicos ni guardias de tráfico de cabecera. Si hay que esperar hasta el 2010 para que le aparquen a uno cerca de la Seguridad Social, mal asunto, porque a partir de los cincuenta estamos casi todos en lista de espera. Cuatro años, más la prórroga, para un garaje al Ayuntamiento le parece lo más normal. A un servidor no. Como dirían en Cuba cuando esperan la última guagua , además de las urgencias de próstata, a los que ya vamos para mayores, con tanto proyecto nos están estresando.