Cuando en años venideros se analice la trayectoria de la Sociedad Deportiva Ponferradina quedará reflejado que hubo un antes y un después del 25 de junio del 2006. Ese día, grabado ya en letras de oro, un zamorano grande, Francisco Domínguez de los Ríos, obró el milagro de llevar a un club, una ciudad y una comarca entregada a su equipo camino de la Liga de Fútbol Profesional. Ahora hay licencia para soñar con objetivos mayores.
De la calidad de Fran nadie duda. No era normal que un futbolista de su clase hubiera protagonizado una campaña más bien gris, sabiendo lo mucho que lleva dentro. Estaba claro que tenía que explotar y muchos aficionados bercianos no perdieron la fe aguardando por la llegada de su mesías balompédico y el cielo se lo envió. Ese gesto del zamorano resume con precisión el éxtasis de saber que ha llegado justo a tiempo.
Toñín y Fuentes se abrazan efusivamente momentos después de que el árbitro firmara el fin del encuentro que dió la victoria a su equipo.
La euforia que se vivió en el estadio Rico Pérez de Alicante tuvo su momento culminante en escenas que se produjeron nada más concluir el encuentro. Los seguidores del conjunto berciano fueron agasajados por los suyos con sus propias vestimentas deportivas.
La fiesta entre la hinchada y los componentes del equipo blanquiazul comenzó en el mismo campo de juego. Los más atrevidos saltaron las vallas del escenario en el que se disputó el encuentro para disfrutar con sus jugadores.
Los gritos, con escenas de emoción entre unos y otros inundó el campo alicantino. Hasta los propios seguidores del club local presenciaron desde sus localidades, con gestos de envidia, la fiesta vida por la parroquia rival. «¡Enhorabuena, os lo merecéis!», expresó un alicantino con resignación.
La originalidad fue una de las notas dominantes de los aficionados de la Deportiva que ayer presenciaron en vivo y en directo el ascenso del equipo. Desde Franganillo, utillero de la primera plantilla hasta personas anónimas vibraron como nunca n o sólo con el ascen so sino con el desarrollo de una jornada épica. No faltó ningún ingrediente para que los prolegómenos del ascenso se vivieran como se merece, por todo lo alto. La marea blanquiazul fue esta vez el mejor exponente de una ilusión que durante muchos años ha estado intentando elevar el equipo a la Segunda División. Ayer se consiguió y eso es mérito de todos, desde la afición a la plantilla.
La alegría en el palco también fue palpable. Todo el cuerpo directivo del equipo se volcó con la fuiesta.
El presidente de la Ponferradina, José Fernández Nieto, destaca la gran importancia que ha tenido el respaldo recibido por parte de sus seguidores para hacer realidad el sueño de conseguir el ascenso a la Segunda División
La imagen obtenida desde uno de los edificios de la plaza de Lazúrtegui muestra un detalle de la concentración inicial. Sólo habían transcurrido unos 20 minutos desde el misilazo de Fran, pero en la fuente ya no cabía un alfiler. Y el ambiente de euforia comenzaba a desatarse entre cánticos y signos de una confraternización ciudadana simpar.
Miles de seguidores y aficionados blanquiazules se lanzaron como en una estampida sobre las calles, agitando banderas, bufandas y camisolas blancas y azules. Aunque algo antes, casi 3.000 gargantas habían vibrado en el polideportivo del Toralín, al filo del minuto ochenta y seis de partido, con el trallazo estratosférico que la diestra de Fran envió al fondo de las mallas del guardameta del Alicante.
Como una premonición de Nostradamus en el pabellón del Toralín la falta que se disponía a lanzar Asier Salcedo sobre la meta del Alicante fue acogida con un optimismo poco común. En la fotografía los aficionados comenzaron a cantar el gol por adelantado. Faltaban apenas unos 20 segundos para que su deseo, el deseo de toda Ponferrada, el de todo el Bierzo, se convirtiera en realidad.