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PASÓ san Juan y no trajo un Jordán que pedían todos esos campos de pan llevar, aunque ahora ya está la cebada muerta y a su rabo un burro... triste. Fue un san Juan con cantimplora vacía, dos gotas que el viento izó de nuevo tras caer, un trueno, un pedete de fiesta... y no hubo más. A san Juan le tienen retratado en piedra en el pórtico de la catedral con unos andrajos pellejones y de tal facha, que parece bajado de una pasarela otoño-invierno de ese tarado de la moda que es John Galiana. Es feo un rato (lo del diseñador y el santo). No le trató bien el artista, que sin duda fue francés. Así que hace casi tres siglos, el cabildo catedralicio quiso hacerle un desagravio al santo levantándole una fuentona con su redondo pilón de abrevar para gozo de borricos de acarreo y verduleras tramposas, pues allí mismo, frente al templo, se hacían mercados y hasta una corrida de cerdos que vio Larra una vez; y lo contó. La fuente se hizo, pero no se la dedicaron al Bautista. El arquitecto que la dibujó (o alguien ciertamente persuasivo) convenció a los canónigos para que se la dedicaran a Neptuno, que era como decir al dios de la competencia, a un otro dios pagano, gran paradoja. Tragó el cabildo. Se supo después que los constructores de esta fuente eran masones (y algún canónigo, posiblemente), así que san Juan se quedó en sus pellejos y hé aquí ese altar pagano y civil con caños y chorritos. Nada de santos, que sobran allí. Neptuno en pelotas; o casi. Y cisnes piloneros en el brocal del fuentón que no es hontanar, sino agua de la traída. Después de más de cien años bajos los campanazos de la Froilana, se llevaron la fuente y su mercadeo a la plaza Mayor. Acabó estorbando allí y la arimaron... pallá , lejos, a otro recinto ferial de mulos y cagajones, el hoy jardín de san Francisco donde la sombrean castañones pilongos... Nunca vi que a este Neptuno le hiciera fiestas, ritos o agravios el pueblo... ni un remojón de ascenso. No le sirve de nada ser un dios. Si al menos fuera un futbolista... Sin embargo, otra piedra esculpida que no era nadie, sino bibelot grandón de sólo adorno, anónimo guerrero de gala puesto sobre el Arco de la Cárcel, un leonesismo huérfano de mitos ciertos le arrima devociones diciendo que es san Pelayo, que murió de niño y además no existió. Jopá.