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CRÉMER CONTRA CRÉMER

Agua, que se quema el río

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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ESTÁ SONANDO LA hora de la dolorosa del verano: «No llueve, no llueve / la tierra se muere». Nos morimos todos un poco cada día / y no queremos darnos cuenta de la gravedad de la situación: Con el verano llegan los incendios que nunca son casuales y se produce la representación del miedo. Las gentes espantadas huyen y los hombres que se tienen por representativos, no aciertan a contener el fenómeno del fuego. Nos encontramos hundidos en el tiempo maldito. La cifra seis parece ser que anuncia la llegada del maldito y el fin de los mundos. Las gentes se encogen de hombros y atiende a la llamada de los eventos deportivos. ¿Qué será de nosotros, en esa de la Alemania nueva? Se acude a la Virgen del lugar y se saca en procesión al Cristo de la Buena Muerte, implorando sus asistencias ante los encuentros deportivos de los cuales ¡ay! Dependerá tal vez el prestigio internacional de la Patria. Pero si no llueve, si los embalses no consiguen retener el agua suficiente para saciar al sed de la tierra y la necesidad del hombre reseco, los campos envejecerán de pronto hasta las raíces y no seremos capaces de conseguir que las plantas nazcan. Y los trigos enflaquecerán, y no tendremos el pan de cada día y los sacrificados del campo, se desolarán las manos manejando la herramienta que ya no les servirá para nada. Y en el colmo de la desesperación, ya no sabiendo a quién elevar el corazón, abandonarán la tierra de sus padres y ensayarán la tremenda aventura de la emigración hacia las ciudades. Y el campo se quedará solo, abandonado, pasto del sol y de los animales inmundos. Los labradores del mal aire, desolados, se reúnen en plataformas, en forma de sindicatos para atraer la atención de las autoridades en cuyas manos está la solución, si es que la hubiere. Y nadie responderá sus demandas. Y los campesinos sin campo hábil ya para la vida de los suyos, se entregan a la desolación. Esta es la situación real a la que los españoles de todos los colores vamos si no se encuentra un remedio a tanta adversidad; si no se extreman las medidas de ahorra del agua, ya tan valiosa o más que el petróleo; si no conseguimos que se cierren los campos de golf, que proliferan precisamente en lugares en donde la sequía pertinaz se hace más dolorosa. No llueve, carecemos de espíritu para plantear una planificación leal del patrimonio acuático español, obviando la dedicación a industrias, juegos y vanidades que no tan solo no producen riqueza, sino que resultan un impedimento para la recuperación de la riqueza necesaria para la pervivencia. Si no acudimos a tiempo a conquistar el agua necesaria para un vivir digno, sea cual fuere el destino de los unos y de los otros, encenegados en peleas de rufianes, los españoles todos acabaremos precisamente con el agua al cuello. ¡Vamos a dejarnos de ambigüedades, de risueñas mentiras, de manipulaciones engañosas, para dedicarnos a recoger el agua que las nubes nos proporcionan, en pantanos suficientes, porque si no atendemos a estas demandas intransferibles de urgencia, acabaremos declamando la plegaria lírica: «No llueve, no llueve / la tierra se muere». ¡Aunque ganemos en Alemania!

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