Diario de León
Publicado por
EDUARDO CHAMORRO
León

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DE DIOS se dice que escribe recto con renglones torcidos, que sus designios son inescrutables y que abre una ventana siempre que cierra una puerta. Quienes eso dicen quieren decir que Dios hace lo que le da la gana, que es lo que también se dice de Zapatero. Y al que no le guste, que le den Montilla, cual le acaban de dar sumamente a Maragall, aquel flamante nieto de poeta del que hasta Salvador Clotas hablaba con respeto, hecho hoy un cadáver político o, lo que puede ser peor, un dead man walking llevadito de la mano por quien le ha puesto al borde de la fosa, con la mirada hundida en las entrañas del hoyo y musitando: «Ahí me pudra». Son poderes de energía bifronte o de resultados a dos aguas, si se considera que quien así le hizo a Maragall es el mismo que se acercó a aquella bella durmiente o Patufet en la floresta que era Artur Mas para besarle en el rotundo tupé y hacer de él una promesa vibrante, algo en lo que ni siquiera habría soñado Jordi Pujol. Y no acaban ahí los poderes tan puestos de manifiesto por el titán al que me refiero en su trato con Carod-Rovira, al que se aproximó una tarde bajo un cielo velazqueño para mostrarle cuanto le apeteciera ambicionar y decirle: «Todo esto te daré si postrándote me adorares». Una actitud a la que el encartado no tardó en aproximarse. Es bien cierto que las palabras con las que Zapatero se ganó la zalamería de Carod-Rovira no fueron dichas por Dios sino por el Diablo, pero no es menos cierto que eso importa poco, pues Carod-Rovira es de los que mantiene que semejantes distinciones son de catequistas, aparte de que a estas alturas, y habida cuenta de la guasa con la que se le ha sorteado el destino, puede darle bastante lo mismo que le haya tomado el pelo el Diablo o el buen Dios. Poca importancia tendrían tales peripecias de la prestidigitación, del escamoteo y de la trilería a esgallo si no fuera por lo que tienen de aviso para navegantes y advertencias para quienes se vean o puedan verse en parecidos bretes estatutarios. Porque si el presidente Rodríguez Zapatero, antes llamado Bambi, ha dejado las cosas como las ha dejado allí, en frío y seco, cómo las podría dejar por aquí, si por aquí se pasara en húmedo y caliente.

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