Esquimales
AMENAZÁNDONOS: así se despidió Arzalluz de la política española. Salió de la Audiencia Nacional y, ni corto ni perezoso, blandió su flamígera homilía: «Hasta ahora hemos acatado la Constitución, pero podríamos optar por no acatarla». ¿Que habría dicho Arzalluz si en lugar de haber sido citado como testigo en un proceso legal, instruido por el poder judicial de un Estado de derecho en aplicación de las leyes aprobadas por un parlamento democrático, un pistolero se hubiera presentado en el portal de su vivienda y le hubiera pegado un tiro en la nuca a uno de los suyos? ¿Cuál no hubiera sido entonces, proporcionalmente, su bramido? Porque ésta es, sin duda, la cuestión: que el encanallamiento que ha producido en el País Vasco la abyecta convivencia con el crimen ha llevado a quienes no lo han padecido a olvidarse de todos cuantos han acatado siempre la Constitución y las leyes sin chistar. Miembros de las fuerzas armadas y de las fuerzas y cuerpos de seguridad, líderes políticos, representantes populares, periodistas, profesores, aquí no ha habido más detente bala que las sotanas y la filiación nacionalista. ETA ha hecho sufrir todo lo que cabe imaginar y un poco más a docenas de miles de españoles y todos, sin excepción, se han limitado a exigir el estricto cumplimiento de la ley para que venga ahora a Arzalluz a amenazarnos porque un juez ha tenido ¡la osadía! de ponerse a investigar cómo han circulado los miles de millones de pesetas que servían para comprar la dinamita que hacía saltar los coches bomba y la munición con la que el Txapote de turno disparaba por la espalda. Sí, el juez Grande-Marlaska ha tenido la osadía de meter las narices donde apesta, como, salvadas todas las distancias, la tuvieron los jueces que en el proceso de Núremberg decidieron levantar la tapadera de la cloaca del nazismo. El personaje que hace de fiscal en la película más impresionante que se ha hecho jamás sobre esos juicios ( Vencedores y vencidos ) dice algo que bien podría aplicarse a lo que, al parecer, algunos quieren cocinar a cuenta de la mal llamada paz: «Por lo que se ve en Alemania no hubo nazis: todo fue obra de los esquimales, que invadieron el país». También, claro está, en el País Vasco: fueron allí los esquimales quienes organizaron desde el principio la extorsión. Por eso se ofende tanto Arzalluz.