Margarita Emilia Blanco Blanco
«Soy socialista, pero de Felipe»
Margarita asegura que no se siente tan vieja como para cumplir cien años; la salud, el carácter, la energía y sus fuertes convicciones también hacen dudar que sea cierto
Margarita Blanco no ha tenido una vida nada fácil. Hoy cumple cien años, pero conserva el fuerte carácter que ha ido labrando su existencia en las arrugas de su cara. Conserva también su buena vista y su oído, pero últimamente está un poco perezosa. Su historia comienza en el hospicio de León. Sin ningún familiar, con doce años tuvo que abandonar la que hasta entonces había sido su casa. Empezó a trabajar duro para poder sobrevivir. El único hermano que Margarita ha tenido fue el hijo de la mujer que la amamantó cuando tan sólo era un bebé, Isaac. Su hermano de leche , con el que mantuvo un estrecho contacto, como si fueran realmente familiares. Cuando ya había cumplido los veinte años una amiga suya le presentó a su hermano: Ramón Castellanos Revilla se llamaba. El flechazo fue instantáneo. «Él me conquistó a mí cuando me sacó a bailar», recuerda la centenaria, que se casó a los 21 años. Después, su cuñada se fue a Argentina y la pareja se quedó sola. Ramón siempre fue guarda, primero en La Venatoria y después, definitivamente, en Santa Lucía de Gordón, en la Hullera Vasco Leonesa. A este pueblo de la montaña leonesa se trasladó toda la familia tras vivir en Santa Cristina de Valmadrigal y en Acebes del Páramo. Mientras su marido trabajaba, ella se encargaba de atender a sus seis hijos. La casa y los animales ocupaban el resto de su tiempo. Pero Margarita no se conformaba sólo con cuidar de los animales. También conseguía sacar de todos ellos el máximo provecho. Tras esquilar las treinta ovejas con las que contaba la familia, la centenaria hacía calcetines. Aún recuerda perfectamente todo el proceso. Primero, lavaba la lana para poder cardarla. Una vez seca, la hilaba y la recogía en el huso para poder construir el ovillo. Después, solamente era cuestión de empezar a tejer y seguir. Autodidacta Hace treinta años que se quedó viuda y hasta los 92 años vivió sola en su casa de Santa Lucía de Gordón. Después, sus hijos se encargaron de cuidarla durante más de diez años y desde hace un año vive en la residencia de ancianos Sanyres. Es difícil embaucar a esta mujer que ha tenido que saltar constantemente los muros que le ha levantado la vida. La política comenzó a interesarle cuando enviudó. El PSOE es su preferencia, pero ella matiza: «Yo soy socialista, pero de Felipe González. Zapatero está bien, pero Felipe González... ese tiene mucha labia». Respecto a Aznar, no opina. Levanta los ojos y menea la cabeza. «Ese... es un político de los de aparte», remata definitivamente. Con sus hijos y con sus nietos discutía enérgicamente de política. Los treinta minutos del informativo eran sagrados en la casa de Margarita. La información, lo primero. Después, el cotilleo. El periodismo rosa es otra de sus pasiones. En este campo, también tiene personajes favoritos. «Ana Obregón es muy simpática. Creo que es muy buena chavala. Y sobre todo, muy curiosa. Lástima que no haya tenido nada de suerte», comenta con una sonrisa un tanto picarona. Esta centenaria nunca aprendió a leer en el colegio. Las monjas la enseñaron lo más básico, pero después tuvo que convertirse en autodidacta para «aprender lo necesario». «Trabajé desde muy joven y nunca fui a la escuela», lamenta. Hoy, en la residencia de ancianos en la que vive, Sanyres, le han organizado una fiesta ciertamente muy especial. Incluso habrá orquesta y pinchos. Cuando su hijo y sus nietos le preguntan cuántos años tiene, duda. Su hijo le asegura que tiene cien, y ella niega con la cabeza: «Tantos años no tengo». Fecha de nacimiento: 30 de junio de 1906. Lugar: León. Residencia actual: Residencia de ancianos Sanyres. Familia: Tiene seis hijos (Amador, Constantino, Gelines, Ignacio, Tere y Ramón), quince nietos y trece biznietos.